Desconozco el género literario al que
pudieran pertenecer los prólogos, igual que ocurre con los pregones de las
fiestas. Son géneros libres no exentos de compromiso, que curiosamente, como
los “teloneros” de los festivales juveniles, nunca se cotizan y sin embargo son
siempre difíciles, al menos para mí, a pesar de haber sido prologuista de más
de una veintena de libros de montaña y en una treintena de pregones.
Presentar al
Doctor Julio de Antón es un honor y hasta cierto punto un privilegio ya que
podrían ser muchas las personas y personalidades que estarían interesadas en
cumplir esta misión.
Conocí a
Julio de Antón cuando me invitó a participar en un curso en el lago de la
Cuerda del Pozo, en los Picos de Urbión, en la Semana Santa del año 1977. El
curso se dedicaría a S.A.R Don Felipe de Borbón, Príncipe de Asturias, y a el
concurrirían una treintena de niños de edad semejante a la de Don Felipe, casi
todos pertenecientes a la provincia soriana. Mi misión sería dirigir las
actividades de montaña que en el curso se realizasen. Acepté y llevé a mi hijo
Bruno de una edad parecida a la del Príncipe. Al curso también se invitó a mi
colega de Televisión Española, Félix Rodríguez de la Fuente, que zanjo el
compromiso con una charla sentado en el suelo y rodeado de todos los niños,
aunque él solo tenía palabras, narrando experiencias de la “Fauna Ibérica”,
para Don Felipe, aunque Antón, previamente le advirtiera de los deseos de la
Reina de que se tratara siempre al Príncipe como a un niño más, sin rendirle la
atención y pleitesía que por su alcurnia mereciera. Al curso acudió también,
presentado por mí, Jesús González Green, con su primer globo “Tormenta” que
intentó varias veces salir volando con
el Príncipe y otros niños dentro de la barquilla de mimbre columpiándose entre
las ramas de los árboles.
Yo
planifiqué una marcha bien marcada y con tiempo medido, alrededor de la célebre
Laguna negra, un precioso itinerario por las pendientes nevadas, salvando
algunos trechos arriesgados con cuerdas y descuelgues, lo que daba a la marcha
interés y emoción, dos características fundamentales para que los niños
experimentaran sensaciones hondas. Nevaba copiosamente ese día en el que la
larga comitiva de niños, el Príncipe era uno más. En la larga hilera de
zagales otros instructores y
especialistas seguían las huellas, con el cordón de seguridad a mayor distancia.
El
comportamiento de Antón, como creador del curso, fue magistral, siempre en la
sombra, huyendo de protagonismo alguno. En ese curso conocí a sus colaboradores
más asiduos, unos personajes singulares de grandes valores humanos: Pascual de
Riquelme, un oficial del antiguo Frente de Juventudes, experto en las
actividades al aire libre, junto a Manuel Sainz Pardo y a Gonzalo Cuadrillero.
Otros instructores y dirigentes juveniles de conducta y educación impecables
hicieron que las clases de náutica y montañismo, estuvieran siempre presididas
por la alegría, la amenidad y las constantes canciones, que hoy resonaran en el
íntimo recuerdo del Heredero… “Pedimos la esperanza y vino a nuestro lado”
Desde ese
primer curso fui reclamado por la Casa Real, a instancias de Julio Antón,
Preceptor y Educador del Príncipe, para acudir como experto de la montaña a
otros muchos cursos a él dedicados. Recuerdo especialmente la pequeña escalada
efectuada en las proximidades de Jaca con Don Felipe, debidamente atado a
mi cuerda y asistido por el Inspector Jefe Castillo, celebrado
montañero. Era una escalada fácil pero había que poner bien los pies y mantener
el equilibrio, en lo que Don Felipe era un ejemplo de coordinación. La escalada
era seguida, desde abajo por Julio de Antón, que trataba de tranquilizar a Don
Manuel, el Ayudante del Rey , atentos a
cada uno de los pasos del niño Príncipe, que les tenía sin respiración. Aquél
curso de Candanchú, en el edificio antiguo de la Escuela de Montaña, fue el
prologo de otros muchos.
En la Vera
del río Jerte, Cáceres, Don Felipe acompañado por las Reinas Federica y Sofía, junto a varios de sus primos, y dos
centenares de niños se juntaron en el
Encuentro 80, todos ellos integrantes de cursos anteriores programados por la
Casa Real. Hicimos una larga marcha desde el campamento de “fortuna” que
instalamos en Villanueva de la Vera hasta el Monasterio de Yuste, a cuyas
puertas acampamos niños, instructores y
educadores. Las canciones fueron casi permanentes:
“Si el
viento sopla, que sopla, que sople ya/ que mi corazón aguantará”
“De madera
de barca, de madera de arado/ pedimos la esperanza que vino a nuestro
lado”
Años después
participé en una reunión de estudiosos, jornadas dedicadas a la “Fenomenología
de la Delincuencia Juvenil” con presencia de las altas instancias del
Ministerio de Gobernación que Antón había organizado de forma impecable como
Director del Instituto de Estudios Policiales.
Julio de
Antón es un personaje de difícil catalogación: estudioso y trabajador en
permanente vigilia. Si buscamos a un experto en el comportamiento juvenil,
Julio de Antón es un profesional universal, no es fácil encontrar otro con más
experiencias y mayor autoridad, contrastado en ámbitos muy diversos, en los
reformatorios de menores, cómo infiltrado en bandas juveniles, organizador de
congresos sobre delincuencia juvenil del mayor espectro, Profesor Titular de Psicología criminal en la Escuela General
de Policía, experto en dinámica de grupos y fundamentalmente en problemáticas
de la convivencia escolar. Ha escrito numerosos libros, y ha representado en
estas temáticas a España en reuniones internacionales… Pero no solo es eso,
Antón ha sido y es un Comisario del Cuerpo Nacional de Policía entregado a su
profesión, simultaneándola cuando ha sido posible como Profesor colaborador en
ámbitos universitarios, Es autor, en laboriosa dedicación, de varios tomos
sobre la historia de los Cuerpos de policía (Historia de la Policía)
En fin, como
decíamos al inicio de este escrito Antón es un personaje de compleja, y valiosa
clasificación. Y debo añadir que
Príncipe alguno ha tenido jamás a un preceptor-educador con talante más
original que el autor de este libro. Un preceptor que supo llevar al
importante personaje al rastro madrileño los domingos, mezclándole con la
gente, al Colegio de Huérfanos de la Policía, para que conociera como viven
otros niños alejados de su alcurnia, viviendo en campamentos en los que hay que
utilizar letrinas de fortuna, o hacer un vivac, para dormir al aire, o
sobrevivir unos días buscando esa comida imprescindible. Yo soy testigo de
estas experiencias, que han enriquecido la educación valiosa, completa y
distinta, -inexplicablemente nunca divulgada- de Don Felipe de Borbón y Grecia,
Príncipe de Asturias, Heredero de la Corona de España.
Desde la
banda del Tetilla a Profesor de SAR el Príncipe de Asturias, de 1976 a 1984.
¿Se puede exigir mayores ámbitos de experiencia a un profesional de la
educación? , maestro, entrenador, doctor en psicología, Comisario de Policía,
historiador, escritor, conferenciante, teórico y experimentador de experiencias
nuevas en los más diferentes aspectos educacionales. También director de uno de
los centros de enseñanza más complicados, como lo fue el Colegio de Huérfanos
de la Policía.
Por ello apunto
que el libro adjunto es interesante. Léanlo y en algún capítulo reléanlo para
entenderlo mejor. En él hay datos abundantes de la
biografía del autor entremezclados con sucesos históricos de primordial
importancia, en la larga noche del 23 de Febrero, juicios de valor que tienen
credibilidad porque Antón, estaba allí, en el palacio de la Zarzuela. Y en el
comenta procederes de personas y personajes cuyos nombres están claramente
identificados en la historia reciente.
Julio de
Antón deja constancia en este libro de sus estudios con grandes figuras del
conocimiento; con Pinillos, Psicología; con Lázaro Carreter, Lengua
española; con Muñoz Alonso, Historia de
la Filosofía y nada menos que con Xavier Zubiri, para muchos el máximo pensador
hispánico contemporáneo, lo que nos explica por qué Julio de Antón es denso y a
veces de difícil asimilación.
Hace algún
tiempo acudí a la lectura y discusión de la tesis doctoral de Julio de Antón. Y
fue para mí un honor, en el turno abierto a la intervención de doctores, poder
manifestar al Tribunal, que el doctorando, era un personaje único en
experiencias como experto educador. Tras un debate, que no disputa, como Ortega
y Gasset sostenía que debían ser las lecturas de tesis doctorales, a Julio de
Antón, le fue concedido con justicia y rigor el grado de Doctor Cum Laude por
Unanimidad. HA SIDO NUEVAMENTE UN HONOR.
César Pérez de Tudela y Pérez, Explorador de Montañas,
Guía de alta Montaña y Doctor en Ciencias de la Información. También es Abogado
del Ilustre Colegio de Madrid y miembro de la Real Academia de Doctores de
España, siendo autor de una treintena de libros y de numerosos escritos.
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