Corría el año 1970 ,tras recibir clases de Cruz Hernández y Lázaro Carreter en la Universidad
de Salamanca, Colegio Anaya, sede de la facultad de filosofía y Letras
y ubicarme ,pasado tiempo, en Madrid
en la facultad de filosofía pura , edificio A, esquinado ,frente a Derecho, primer piso izquierda, que albergaba tres aulas ,donde impartían clases
magistrales de Epistemología , Crítica, Filosofía de la naturaleza ,
Gnoseología, Lógica ,disciplinas en las
que destacaban profesores archiconocidos y emblemáticos, entre otros Rábade ,
Palacios, Saumells y por supuesto el
profesor José Luis Pinillos. Allí ,en aquellas
vetustas aulas , incapaces de
recibir alumnado por encima de treinta , recibíamos enseñanzas no más de diez aprendices de filósofos, cifra de disc entes que quedaba obsoleta,
reducida más de las veces a una triada ,
que daba sensaciones de trabar clases particulares , totalmente cercanas ,próximas
,cara a cara, de modo y manera que tocábamos el aliento y no hacía falta elevar la voz .
En ese contexto brillaba José Luis Pinillos, profesor
Catedrático de Psicología, que cada tres días impartía clases a la semana y en
jornada de todo un curso, explicando su
libro la “ Mente humana” y otras cuitas
,más situadas en el terreno de la filosofía, que era su condición natural.
Pinillos frente a los demás profesores que impartían clases
en dicha facultad , apostaba por la comunicación directa , sin ambages, sin
cientifismos, apoyado en la expresión
adecuada y bajar de la peana, del púlpito , es decir , a pie, dictando sus
lecciones al paso y encarándose con cualquiera de sus discípulos , tratando de convencer,
ya que su modo de decir era caliente,
acogedor, asertivo y pedagógico.
Seguramente su presencia docente en la faculta de filosofía pura me animó a
cursar Psicología con la intención de no perderle de vista ,aunque fue triste
mi decepción ,ya que el bueno de Pinillos solo impartía clases en la citada facultad
en cursos de doctorado, consecuentemente pasé de Pinillos a Cencillo que trajo
de Alemania el Psicoanalisis ,
singularmente Lacán ,aunque todo se inundaría con Freud, Jung, Adler y con ellos toda la jerga del inconsciente, que
determinaba y definía la personalidad.
Más tarde en los cursos de doctorado tuve la suerte de que
aquel ilustre profesor impartiera una de las asignaturas, ”Modificación de Conducta”
, que paso a paso fue derribando la teoría del inconsciente de la escuela
psicoanalítica, que tanto me había apasionado.
Y un día de esos que
tenía el ángel de cara soltó una expresión que me conmovió “el hombre que no
cambia está muerto”, ilustrando el proceso de cambio en la filosofía y su
importancia en la búsqueda de la verdad .
En el cambio me he instalado, querido profesor, para no estar
muerto, aunque tú has pasado a mejor vida , sin cambiar, por lo que elevo al
altísimo preces para que te reconforte y sigas “viviendo”.
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