martes, 16 de junio de 2009

julio de anton ,preceptor príncipe felipe,texto de Perez de tudela

LA OTRA EDUCACIÓN DEL PRINCIPE FELIPE IVª PARTE

El curso de Villanueva de la Vera, en las faldas de Gredos, reunió a una treintena de niños de Cáceres, junto al Príncipe y sus primos de Grecia. La Reina permaneció algunos días en el campamento, con la esposa de su hermano y su madre la reina Federica. Recuerdo aquellos desayunos con su Majestad -desayunos de trabajo- planificando la jornada y evaluando la posibilidad de alcanzar los objetivos propuestos.

CURSO DE LA VERA

El sitio había sido seleccionado por Julio Antón y personal de la Casa Real desde un helicóptero. Nadie duda de la belleza en primavera de aquellos parajes privilegiados, pero un campamento juvenil infantil requería a mi juicio otro tipo de terreno. A mi no me gustó el lugar, que era muy polvoriento y sucio. Pero allí se estableció la intendencia del Regimiento Real, mientras Pascual de Riquelme, Cuadrillero y Saponi –años después alcalde de Cáceres- y un estupendo grupo de especialistas de aire libre, organizaron la acampada de “fortuna”, improvisando letrinas, lugares de reunión, comedor étc... atenuando con su experiencia las escasas condiciones higiénicas del lugar.

La Reina y su madre estaban contentas y caminaban abriendo la marcha, animando a cantar a los participantes en las subidas de las empinadas y polvorientas laderas, siempre cantando...

“Cantar, reír, marchar... midiendo a España el con fin...”

El cronista hubo de improvisar en repetidas ocasiones las curiosas charlas -conferencias para los niños asistentes al curso- en los que el auditorio, todos sentados sobre el suelo, se veía incrementado por la presencia de la Reina Sofía, la Reina Federica, y naturalmente toda la corte de ayudantes de campo, escoltas, jefes, oficiales del regimiento y alcaldes de la zona debidamente acreditados. Todas las charlas tenían a la naturaleza por tema. Había que contarles a los niños sucesos, formas de superar la dificultad y desarrollar la voluntad, maneras de sobrevivir en condiciones extremas... Yo les contaba mi reciente escalada al Peñón de Gibraltar, en la que estuve colgado 25 horas de una cuerda medio cortada a 400 metros del suelo, con el fémur partido... En aquellas charlas ya no recuerdo si hablábamos para los niños, para el Príncipe o para la Reina y su séquito.

El campamento resultó extraordinario. Una larga marcha de peregrinación se realizó al Monasterio de Yuste, siguiendo parte de la antigua ruta del Emperador Carlos V, por aquellos caminos, bajo cerezos en flor, que solo la grandiosidad de las Sierras de Tormantos, bajo la montaña de Gredos, podría hacer posible. La marcha bien dibujada sobre el mapa y estudiada sobre el terreno, desembocaba en el Monasterio, en donde se ofició la misa, y en donde por la tarde fue organizada una cena de campaña, y un curioso acto de orden medieval, dirigido por Julio Antón y Sainz Pardo, que entusiasmó a los asistentes: profesores, visitantes, y escoltas incluidos, que fueron al fin ordenados caballeros, en unión del Príncipe y de otros niños.

El curso de Sanabria, en Zamora -se escogió este lugar, después que la Seguridad de Zarzuela rechazase otros sitios de la geografía española que yo había seleccionado en la sierra de Neila- resultó muy curioso. Los niños debían demostrar su habilidad para la supervivencia, y en especial el Príncipe, que era el protagonista. La mayor parte de las veces hacíamos la comida con procedimientos llamados de «fortuna», encendiendo fuego sin cerillas ni mechero, estirando el ingenio, buscando indicios para encontrar los alimentos y el abrigo.

Se realizaron otros cursos con dedicación más específica a los deportes nauticos, y atletismo, a los que se invitó a Mariano Haro, a Sánchez Paraíso, a Lombao y otros campeones... Y en los que el equipo humano de expertos en juventud y aire libre como Pascual de Riquelme, Sainz Pardo, Cuadrillero, Orden Vígara, González Pando, Fernández Maqueira, Martín Barroso y otros muchos educadores que estuvieron presentes, siempre coordinados por la original personalidad de Julio Antón, preceptor del Príncipe, quien durante varios años se dedicó a su formación, organizándole ingeniosas actividades y acudiendo casi diariamente al Palacio de la Zarzuela.

Estoy convencido de que alguna parte de la impronta personal del Príncipe de Asturias, Don Felipe de Borbón y Grecia, puede ser el resultado de aquellos cursos entre niños de tan diversa condición, en la naturaleza, en la montaña con la sorpresa de la escalada, o esas visitas al «Rastro» madrileño las mañanas de domingo, y por supuesto en esas caminatas por el campo de la Zarzuela, en las que había que enseñar a Don Felipe, a prender un fuego en una tarde de lluvia y poder convertir en comida caliente, los alimentos que se habían sacado de la cocina del Palacio.

Todo ello muchas veces entre alegres canciones de esperanza, en la que la senda siempre pasaba por la polar, con el gusto por la dificultad que la montaña imprime...” me gusta la aventura del camino sin andar”... Aunque en el camino... el polvo y la pendiente de la Vera de Cáceres nos impidiese respirar... El árbol... el respeto al paisaje... conocer al escorpión...” me gusta la aventura del camino sin andar”...

Felicidades Don Felipe, por las vivencias de aquellos años, en nombre de aquél equipo de educadores y profesores, que se entregaron contentos a la misión encomendada..

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