sábado, 14 de julio de 2007

ALFREDO SEMPRUM cita al historiador Julio de Antón

8 de diciembre de 2005. Alfredo Semprún, subdirector de La Razón, es un periodista de raza, curtido en el reporterismo. Su vida profesional ha estado siempre vinculada al ABC y a su actual diario, del que fue uno de los fundadores. Ahora, además de promocionar su obra y del trabajo diario en la redacción, prepara un nuevo libro que versará sobre los primeros tiempos de la guerra y la revolución frustrada. "Después -añade- me gustaría hacer uno sobre galeones, pero no sé si mi editor está por la labor". ¿Qué le ha impulsado a escribir "El crimen que desató la Guerra Civil" (editorial LibrosLibres)? La verdad es que no ha sido una iniciativa propia. Fue un encargo del editor. Álex del Rosal me sugirió que hiciera un libro sobre este periodo de España. Y entre los posibles temas que me comentó, se encontraba el del asesinato de José Calvo Sotelo. Igual que si un redactor jefe me hubiera encargado un reportaje concreto. Me puse a investigar y a estudiar lo que se había publicado hasta entonces y a buscar documentos y papeles desconocidos o poco difundidos, y, después, traté de interpretar los hechos y de extraer conclusiones. ¿Por qué eligió el asesinato de Calvo Sotelo y no otros aspectos de la Guerra Civil? Enseguida me di cuenta de que un título como el que había pensado (El crimen que desató la Guerra Civil) era exacto. El asesinato de Calvo Sotelo desata el conflicto armado. Si no se hubiera producido, probablemente habría habido un golpe de Estado militar fracasado o un golpe de Estado militar triunfante, pero no una guerra. Este asesinato acelera el proceso de crisis y en vez de resolver el problema, lo deja a medias y desemboca en la guerra. ¿Qué otras novedades aporta su libro? Destacaría la sistematización de fuentes y un documento muy poco conocido, como son las memorias del comisario Lino, que las publicó Julio Antón en una obra profesional. Lino resuelve el crimen de Calvo Sotelo en 12 horas, pero nadie le hace caso. También he buceado mucho en la prensa de la época, pues pretendía no limitarme a narrar unos hechos, sino también a averiguar cómo los percibían nuestros compatriotas de hace 70 años. ¿Se considera un revisionista de la historia de la Guerra Civil? No, en absoluto. Para ser un revisionista tendría que ser un historiador y sólo soy un pobre y simple periodista. He hecho un reportaje largo. Como estudioso de este conflicto, ¿se atreve a repartir responsabilidades entre la derecha y la izquierda? No. Podríamos hacer una atribución de responsabilidades en los gobernantes. Una buena parte de la responsabilidad recae en un Gobierno débil, como es el de Santiago Casares Quiroga, que depende del Frente Popular en un momento en el que la revolución no era una utopía, sino que se hallaba al alcance de la mano e incluso se estaba produciendo. No ha habido, probablemente, en la historia de España ningún Ejecutivo con más atribuciones y medios para imponer el orden público y, sin embargo, no lo hizo. ¿Y la derecha?Cometió errores graves. No supo solucionar la Revolución de Octubre. Ciertamente, la aplasta con muy pocos muertos realmente, pero luego se enreda en los procesos, los encarcelamientos, las represalias y una persecución casi grotesca de Azaña. No llega al fondo. ¿Qué títulos sobre la Guerra Civil publicados recientemente destacaría? Me gustó mucho el último de Stanley G. Payne. Anthony Beevor, un historiador fantástico, ha hecho un buen trabajo, aunque tiene problemas de planteamiento. Pero yo recomendaría la lectura de los textos originales. No hay nada que supere a Zuzagoitia, Simeón Vidarte, Tabueña, Gil Robles, las memorias de Azaña o Luis Romero, que en sus libros ofrece una información precisa y exacta.

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