martes, 12 de junio de 2007

memorias Pedro el Cruel, caps VI al X

CAPITULO VI



Mi madre, la reina María de Portugal, era mujer excepcional por su cordura, templanza y buenas maneras. Recuerdo y siento su cariño en mi más tierna infancia, arropándome en momentos de fríos silencios, llenándome de apretones y mimos, tapando éstos el amor quebrado de su esposo, mi padre, por presencia de otra mujer, amante ella, que ocupaba su cama y puesto.

Era mi madre de carácter resuelto, alegre, animándose de excepcional energía que trasmitía a su rostro, apagando aquel vigor los deslices de su nariz, excesivamente prominente y curvada, así como su boca, muy pequeña por cierto, por donde siempre asomaban dientes desproporcionados y desequilibrantes, que obligaban a silbar algunas veces cuando pronunciaba determinadas consonantes, cobijándose en el recato y reservadas maneras que la hacían aparentar prudencia y discreción, cuando por natural era de condición jovial y exultante.

Entre mi padre y mi madre, parientes ellos en primera línea, no había nada ,sólo mi hermano Fernando, muerto por incapaz, cuando cumplía un año, y sólo menosprecios, desplantes, ofensas apagadas y ausencia de afecto, siendo aquél matrimonio un acuerdo de conveniencias e intereses que comprometían a las coronas portuguesa y castellana en la guerra, a fin de defenderse de la expansión de aragoneses por tierras de Navarra y Mediterráneo, y al mismo tiempo parar los pies a muchedumbres de moros infectos que traían nuevos aires, allegados del otro lado del Estrecho, cargados de integrismo, y dispuestos a romper el vasallaje que los reyes de Granada y Murcia rendían con pleitesía a reinos cristianos.

Un día pasado con ocasión de tarde de invierno y frio, en tierras de Tordesillas, acompañando a mi madre en horas de paseo, escuché gritos que salían de callejuelas próximas, preguntándole el sentido de los mismos, advirtiéndome al pronto que no me ocupara y distrajera en menudencias, insistiendo yo en la cuestión, despegándome de élla y su séquito, corriendo hacia el origen de aquellos, y comprobar como un número relevante de personas iban en procesión, y otras permanecían en corros, vestidas las gentes con prendas negras ,y como en soledad o en coro hacían lágrimas, llantos y lamentaciones ante persona inanimada, cadáver por más, encorsetado en ataúd de tablas, sorprendiéndome el sufrimiento de la gente y la misma muerte, allí presente, preguntando de inmediato a mi madre sobre la razón y necesidad en el mundo del sufrimiento y de la muerte, no obteniendo respuesta, por lo que abrumada ante mi demanda encargaría a la gente de la Corte convocase a un preceptor o un sabio que con entendimiento y prudencia contestara a estas y otras cuestiones que yo planteara.

Entretanto se elegía a persona sabedora en calidad de pedagogo o preceptor, mis padres consideraron designar una tutoría colegiada que me instruyera, constituida por cortesanos expertos en el manejo de armas, ejercicio de la caza, equitación, cosas de la iglesia y de los Estados, acompañándome en las enseñanzas, según conviniera, otros niños, en su mayoría vinculados a linajes de caballeros, integrados en las Ordenes militares de la Banda y Calatrava, figurando entre ellos Pero Lope de Ayala , dos años mayor que yo y que siempre estuvo sentado junto a mí en el pupitre , hijo del que fuera Adelantado Mayor de mi padre en el reino de Murcia , Don Fernan Perez de Ayala ,personaje muy principal por su linaje ,vinculado a los Mendoza ,Velascos y Carrillos , procedente su blasón de la aldea de Quejana ,en el valle alavés de Ayala , y con solar documentado desde el siglo onceavo.

El Consejo de Tutores estaba constituido por el clérigo Juan Pérez, Capellán de la Corte , recomendado por el Arzobispo de Toledo; Don Juan Nuñez de Lara, Conde de Lara, el título más distinguido entre los castellanos y amigo personal del Rey Alfonso; por Martín López de Córdoba, Maestre de Armas, General de los ejércitos y compañero del monarca en múltiples batallas; Juan García, Maestro de Artes, elegido por el Canciller por su prestigioso currículum; y el vizcaino Yañez Anxon, escogido en calidad de Preceptor por sus extensos conocimientos y demostrada lealtad a la Corona en épocas pasadas cuando fuera hidalgo y guarda real.

Mi padre, previo a que este Consejo de Tutores tuviera contacto conmigo, hizo una serie de recomendaciones al mismo, a tener en cuenta en mi proceso de aprendizaje, entre otras que me levantaran en la madrugada y que de inmediato me encomendara a Dios y pidiera mercedes en hinojos , oyendo misa, y acabada ésta anduviera caminata y yendo por las sendas hiciera cacerías o practicara el arte de la caballería, y llegado a cualquier posada almorzara con sus gentes y no apartado de ellas, y después de comido y bebido, en la mesa, con templanza, escuchara a juglares, si por casualidad cantasen o dijeran razones de caballería y de hechos de la misma; y que al tiempo, yo aprendiera a hablar como los villanos y pecheros para cuando conviniera, y después de esto descansara horas de siestas para luego entrar en lecciones con los tutores que le correspondiera y aprender de ellos sobre los grandes hechos del reino y cómo Dios me escogió Infante de Castilla y futuro Rey ,no por perezoso y tener miedo, sino por ser muy afanado, atrevido, audaz y valiente, percibiéndome yo así, con esas virtudes, ya contadas por mi maestro de armas, uno de mis mas principales tutores, y también recordarme de continuo que mi oficio permanente seria la guerra y tomar tierras, añadiendo el Rey ,entre las recomendaciones, que después de esta jornada, aunque no pueda o no quiera yo cenar, me siente en la mesa junto a todos, por segunda vez, y después ir a la cama, encomendándome de nuevo a Dios por servirle bien en el transcurso del día, y si ocurriese que no pudiera dormir, debía uno de los tutores, en turno de guardia, leerme historias de caballería y buenos hechos, o enseñarme cosas por mi olvidadas.

El rey precisaría sobre el procedimiento de aprendizaje, instruyendo al consejo de tutores que yo aprendiera a ordenar mi tiempo en el transcurso de la semana, oyendo el Domingo misa cantada, y después de misa cabalgara, cazara y jugase con armas hasta la hora de comer; y en el lunes me levantara muy de mañana para ir a misa y cabalgara después, aunque hubiera mucho frío, aconsejando me arropara con mantas y prendas pesadas y gordas para acostumbrarme a llevar peso encima y protegerme en el juego de los golpes de armas que recibiera; y cuando anduviera de cacería llevara en la mano derecha una lanza o vara, y en la izquierda un azor o un halcón, para entretener mis brazos y hacer de ellos buen uso en las heridas que acometiera y defensas que surgieren; y llevar espada conmigo, sabiéndola esgrimir a una y dos manos; y poner espuelas al caballo perdiendo miedos a grandes saltos y obstáculos que salieran al camino, añadiendo el rey que por las tardes oyera las lecciones e hiciera conjugaciones, declinaciones o construir proverbios; y el martes, después de oír misa, recibir lecciones de los tutores y aprender hasta la hora de comer, y después de comida, jugar, para tornar a leer y repetir lecciones y hacer conjugaciones, de modo que se alternara un día leyendo y recibir lecciones, y otro, cazando y hacer cosas de caballería, y el sábado repetir y confirmar las lecciones impartidas en la semana.

En el ámbito de esta tutoría aprendí a cabalgar y practicar con fácil destreza y maniobra el arte de las armas y todas las cosas que hacen a la caballería, así como la habilidad de la esgrima a dos manos y los juegos de apuestas, con y sin mañas, y también a cazar y a correr el monte, y andar por él, y además, cantar, comer y hablar, luchar cuerpo a cuerpo y lanzar dardos en tablados.

Fuera del cobijo de tutorías y compañía del preceptor, mi infancia y pubertad se situó entre faldas y mantones de Obispos, que eran, al mismo tiempo, Comendadores de las Órdenes Militares de Santiago y Alcántara, que con sus mesnadas apoyaban a mi padre a hacer la guerra y con sus huestes mantenían el orden público en los caminos para que los bandidos no asaltasen a peregrinos y gentes del comercio. Recé mucho y pequé más, aprendiendo de aquellos togados de la Iglesia la codicia, pecado gravísimo, saboreando de continuo mi ánimo en poseer lo ajeno por el medio que fuera y con ello amasar doblones, resultando yo avaricioso, guardándome doblas de oro y maravedíes que me entregaban con la intención de comprar mi voluntad lejana, mostrando aquellos prelados así, siendo yo muy niño, relación de repugnante vasallaje.

Comprobé además la soberbia de sus comportamientos, tratando a servidores y criados como si animales fueran, alimentando entre ellos sentimientos de venganza, prestos a desnaturalizarse, ofreciéndose a mejores señores cuando la suerte conviniera.

Los tutores oídos ,por boca de mi padre, los criterios por donde se debía mover mi preparación sentaron como principio que ésta debía forjarse en hacerme un auténtico señor de la guerra, y jefe de guerreros, en el marco de un mundo desquiciado y dividido por sectas cristianas, musulmanas, judías y ateas, y entre reinos donde el derecho de conquista estaba establecido como fuente legitima de propiedad y posesión, siendo el ejercicio de la guerra mi destino como Infante de Castilla y futuro rey, añadiendo que mi formación se ceñiría fielmente a lo escrito por Tomas de Aquino en el Régimen de los Principios, donde se escribe sobre el navío que se dirige hacia buen puerto manejado por un piloto, de la misma forma y oficio que el que gobierna debe conducir a la ciudad, al reino y a sus gentes hacia su fin, que no es otro que el de los individuos, viviendo éstos en armonía, acorde con la virtud para realizarse en el bien.

Enseñaban aquellos tutores de forma enrevesada que el hombre viviendo según la virtud se ordena a un fin más alto que lo concilia con Dios, añadiendo que entre los primeros bienes temporales que debe perseguir el rey es el orden público y la seguridad, y que un Estado cristiano lo es porque su practica de poder está conformado con la enseñanza de la Iglesia y del Evangelio, instruyendo, sin convencerme, que el hombre está sumido a dos poderes soberanos distintos, donde el Papa puede tomar el lugar de los reyes, acorde con Mateo de que todo el poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra (XXVIII,18), parafraseando a Cristo cuando dice para que le sirve al hombre ganar el Universo si pierde su alma.

















Tres tutores entran en liza para formar al Infante Don Pedro, Juan Pérez, capellán, sujeto intolerante, cerril y dispuesto a enseñar que la iglesia y el romano Pontífice están muy por encima de los reinos cristianos y sus monarcas; el Conde de Lara, responsable de la formación en cuestiones políticas y que puso el acento en que los Reyes lo eran por voluntad de Dios, y que hay Reyes entre los cristianos que eclipsan al Papa, tapando su poder, y López de Córdoba, Maestro de armas que advertiría que el Rey cuando resolviera hacer la guerra, ésta debería ser la mas cruel que su pudiera hacer.




CAPITULO VII



El clérigo tutor, Juan Pérez, también capellán, intentó enseñarme que la mejor manera de salvar mi alma consistía en conocer como Dios creó el mundo, las bestias, las cosas y el hombre, hecho todo a su imagen y semejanza; y entender del pecado original como un pecado de soberbia y de codicia, que tuvo que redimir Jesucristo, en la cruz, legando su absolución en el Papa, que era según aquel clérigo el más grande en lo espiritual, junto al Emperador, que lo es en lo temporal, añadiendo que aparte de la ley cristiana existen otras leyes que rigen entre los hombres, una en los judíos, y otra, en la secta de Mahoma, que han tomado tierras cristianas, necesarias de recobrar por guerra justa, de modo que los que muriesen frente a ellos y estuviesen en estado de gracia serán mártires y sus ánimas siempre benditas.

Aquel clérigo, en sucesivas jornadas, intentó convencerme que Jesucristo recibió bautismo y que mandó ésta practica para limpiar el pecado original, en lugar de la circuncisión judía, y que los casamientos debían de cumplirse con una sola mujer, frente a los judíos que guardan el mandamiento de que pueden casarse con las que pudieran mantener, estableciendo los cristianos el matrimonio como sacramento ;y que los cristianos podían comer todos los alimentos procedentes de animales, vegetales, y beber vino, mientras que con la ley judía y secta mora no se pueden comer ciertas aves y pescados, y que entre los moros no se puede beber vino; y que en la ley judía se manda un día de ayuno y en la secta árabe hasta treinta, mientras en la cristiana no hay ayunos, sino diezmos y primicias de lo que poseemos y que son debidos la Iglesia; y que por el bautismo, penitencia, matrimonio, comer, beber, ayunos, este clérigo concluía que la ley cristiana siempre es superior a la hebrea y a la secta mora.

El clérigo permanecería muchos cambios de luna tratando de enseñarme, por cierto, con escaso éxito, expresándose de modo aburrido, cansándome sus argumentos en sobremanera por ser éstos inacabados y reiterativos, incidiendo que emperadores y reyes deben primero guardar a Dios y después a su Iglesia y a sus personas; y que la ley cristiana es la única que salva a las almas ,y que en las otras leyes no se pueden redimir , por lo que yo debería guardar los diez mandamientos, rezar diariamente el Pater Noster, el Ave María y los Salmos, y por amor a Dios dar limosnas a la Iglesia, custodiándola porque en ella está el Cuerpo de Jesucristo, y guardar sus privilegios sobre su hacienda y rentas y no meter manos a sus servidores, recordándome una y otra vez en todos sus discursos y lecciones , incidiendo con inaguantable vehemencia ,que el estado de clerecía era el más alto que se podía ser ,porque de esa condición fue Jesucristo y que los sacerdotes y clérigos por sus palabras y poder pueden hacer que el pan se transforme en Cuerpo de Cristo, y el vino en su sangre, y dar todos los sacramentos de la Iglesia, insistiendo largo tiempo que la primera ley de los clérigos era lidiar con armas contra los moros, que son los enemigos de la Iglesia que dicen que Jesucristo no era Dios, y con los judíos, que muestran que todo lo dicho para el Mesías se cumplió en Jesucristo: que la segunda ley de los clérigos era lidiar con el diablo, con el mundo y consigo mismo, dando buen ejemplo; y tercera, lidiar por ciencia con los contrarios a la ley cristiana, demostrando con razones que es la única donde se puede salvar el alma, insistiendo que yo supiera que el mejor estado entre los clérigos para salvar el alma es la del Romano Pontífice, y luego los Arzobispos, también llamados Primados, que en su provincia hacen lo que el Papa en toda la Iglesia y en España, el de Toledo; y después los Obispos, extrañándose este abominable que hubieran Cardenales que nunca fueron diáconos ni Obispos pero que ayudan a la elección del Pontífice; y que pos de los Obispos están los Abades, con mitra y anillo, y que en las Iglesias catedrales existe la condición de los deanes que son la voz del cabildo y en coro hacen lo que ordena el Obispo, y debajo de éstos los Archidianos, maestroescuelas, tesoreros, cantores, canónigos, racioneros y capellanes de villas y aldeas que dicen misas día a día, también llamados misacantanos, y que aparte de este orden regular existen dos órdenes religiosas, una de Predicadores, donde se destaca la que hizo Domingo de Caleruega, y otra de frailes menores.

El tutor en cuestiones políticas y asuntos de Gobierno era Juan Nuñez de Lara, el más distinguido entre los castellanos, amigo personal de mi padre y alférez de la Orden de la Banda. Su casa era mantenida y cuidada por doscientas dos personas distribuidas entre ciento trece criados domésticos y oficiales, cuarenta y un hidalgos con dependencia clientelar, criados ejercientes en oficios municipales, entre otros, escribanos, alcaides de alcázares, alcaldes de padrones, escribanos de alcabalas y portazgo, en número de dieciocho y criados domésticos de su esposa, en cuantía de treinta. Este Conde de Lara alternaba en las jornadas educativas con el clérigo, exponiendo en sus pláticas que emperadores y reyes lo son por voluntad de Dios, que quieren que los sean, debiendo ellos guardarse a si mismos, a su honra, y a sus estados, y después a su mujer, hijos, hermanos, parientes y preparar la guerra si acaeciere, acrecentar sus tierras y sus rentas y distribuir su feudo entre los que le sirven bien, de manera que sea amado, al mismo tiempo que muy temido y recelado, añadiendo que los emperadores cristianos se hacen llamar de Roma, haciéndose por elección por un rey, tres duques y tres arzobispos, y que el emperador debe ser alemán o de esa naturaleza, como lo fueran por descendencia y linaje Alfonso VII y Alfonso X, antepasados mios, y que hay reyes que no son emperadores pero como si lo fueran por eclipsar al mismo Papa y demás vicarios de Cristo, tapando su poder, como es el caso de Felipe IV de Francia y mi padre, Alfonso XI de Castilla, que no obedecen a lo emitido en Roma por los Papas porque en asuntos terrenos han desmerecido sus almas, entregándose ellos también a la codicia y a cuestiones de este mundo, cita aquella que me agradó en sobremanera, oyendo desde ese momento con agrado y atención a este Conde , prestándole buena oreja a lo que precisara y matizara.

En sucesivos días y tiempos el Conde de Lara me enseñaría a que cuando fuera Rey debía encomendar por grandes hechos a hombres de gran linaje y de gran sangre, manifestando muy convencido que el mayor provecho que puede tener un buen Señor es que tenga la tierra bien guardada y que cumpla sus compromisos con sus vasallos que le deben lealtad y si no lo hacen que caigan aquellos en gran peso de traición, y que el Señor, por bueno, mientras sea o tenga vasallo no deberá matarle o herirle, ni entrar con él en lizas, que no le hurte ni conquiste villa o castillo, y que no ponga fuego en su tierra, y si estas cosas el señor no guardara podrá el vasallo desnaturalizarse, añadiendo el Conde de Lara que a los reyes le sigue el Infante Heredero, que es mi caso, obediente al Rey, y el más honrado después de él, al que siguen los Infantes, que no los tengo, por ser todos bastardos, de mala miel y en mucha cuantía, por si mismos señores naturales, siguiéndoles otro estado donde están los Grandes Hombres que llaman Duques, que tienen grandes tierras, gentes y rentas, y son vasallos de los reyes en cuyas tierras viven y su tierra la tiene por heredad, otorgando a algunos en feudo.

En otras jornadas el Conde de Lara me informaría que en pos de los duques, el más honrado estado de la nobleza, es el marqués o señor de la comarca, no muy conocido en España por ser asunto de franceses, y después de éstos están los Príncipes, que es como son llamados todos los grandes señores del mundo, título éste que se atribuye a Don Juan Manuel, proclamándose Príncipe de Villena, señorío que se extiende por Murcia, Albacete, Cuenca, Burgos y Valles del Duero y el Tajo, enquistando un Estado, en los primeros tiempos del reinado de mi padre en la nación de Castilla.,aclarándome el Conde que Constanza fue una de las hijas de éste intitulado Príncipe que sería repudiada como esposa por mi padre,motivo por el que Don Juan Manuel se rebeló contra su rey , acuñando moneda propia, plantando batallas al monarca y desnaturalizándose como vasallo, siendo pariente de la familia real por ser nieto de Fernando III y tío de Fernando IV el Emplazado, mi abuelo.

El Conde de Lara seguiría con su discurso explicándome que después del Príncipe están los Condes, estado éste muy extraño porque algunos hay honrados como es el caso de los primeros Condes de Castilla, de cuyo linaje se honraba pertenecer y otros nominados, sin tierras y sin poder, estado aquél que significa acompañante del rey; y pos de los Condes, los Vizcondes, es decir hombres que están en lugar de los Condes.

Y estos nobles, añadiría el Conde de Lara, grandes hombres, le siguen en menor y más bajo estado, los Ricos Hombres, en razón a los caballeros que tienen por vasallos y por el pendón que puede portar, y no tanto por ser ruano o explotador de labriegos, o mercader rico, y que algunos tienen su origen en linaje ilegitimo de reyes, por casamientos, privanzas o privilegios concedidos por reyes o grandes señores, y en pos de éstos ,los Infanzones que son caballeros aventajados por sus buenas obras, siendo éstos de solares ciertos, seguidos estos de caballeros y escuderos, que traen caballos, escudos y otras armas para ser y aprender de cosas de caballería, siendo ellos necesariamente hidalgos.

El tutor y maestro de armas, Martín López de Córdoba, luego maestre de Calatrava, en relación a la guerra me dijo que ésta siempre venía justificada por sufrir deshonra y que en el caso de que yo la iniciara, lo primero que debía de hacer era abastecerme de armas y de viandas en los lugares que cumpliera hacer batallas, y juntar mucha gente y buena, siendo la soldada bien pagada o con promesas ciertas de gran botín en corto tiempo, añadiendo aquel maestro que las fortalezas que no pueda defender las derribara o dejara en tal manera que de ellas no puedan venir daño, procurando no ser cercado, encerrado o perder gente y obligarme a hacer guerra de guerrillas, lanzándome un aviso muy especial que no debía olvidar, que decidido a hacer la guerra ésta, fuera la más cruel que se pudiera engendrar. De otro lado aquel maestro incidiría que sobre los asuntos de guerra los llevara en la más absoluta discreción, reserva y secreto, no participando a nadie estrategias, tácticas y objetivos cercanos, y hacer las batallas con espias, barruntadores y escuchas, procurando dormir cada noche en lugar distinto y muy seguro, y si durmiera en lugar abierto o inseguro poner escuchas, alejándome de aledaños donde hubiera tráfico de vino, y si me encontrara entre gente que me guardare de ella y que nunca a la nobleza manifestarare mis secretos de armas.

En la guerra, añadiría Martín López de Córdoba ,que debería enviar, en jornada de día y por delante a caballeros que fueran atalayando y descubriendo tierras de batalla y que a los costados de mi ejército avanzaran sin perderse la vista y distancia prudente de defensa, así como las delanteras y las retaguardias de las mismas, de modo que se pudieran socorrer, disponiendo que en vanguardia y colas de aquellos costados se encontraran los caballeros más esforzados, aguerridos y valerosos, y que no anduviera en la noche con mucha gente ni con gran hueste, no sea que guías y capitanes se equivocaran de camino o cogieran otros atajos que pudieran perderse, recomendando el Maestro en su lección llevar en las delanteras, medianias y colas del ejercito vozines y faroles para que se oigan y vean los unos a los otros, según se necesitaran, y que nunca en la noche metiera al ejército en poblados, y que las vanguardias del ejército fueran las que consiguieran posadas, pozos de agua, lugares de paja, leña y yerba, y que esos lugares fueran los preferentes para acampar.

Aquel tutor de armas aconsejaría en otras jornadas que si yo me decidiera a iniciar una guerra debería procurar que mis enemigos fueran menos poderosos, procurando causar estragos y calamidades de cualquier consideración que incluiría desde la tala y quema de bosques, matorrales, campos, hasta el lanzamiento de soldados capturados mediante máquinas de guerra, incluso sus cadáveres si los hubieren tras las murallas de sus fortalezas, al objeto de causar pánico y rendición inmediata; además, me recomendaría que en campo abierto y en posibles batallas siempre debía conocer la gente que trae el enemigo y qué caudillo los dirige, y conocer por espías cómo vienen armados y encabalgados, así como si traen a la batalla caballería ligera o pesada, o ambas, y en este caso, en que proporciones, y además si la caballería ligera viene armada con arco o sin él, y si vienen esforzados y chillando para confundir a los ejércitos, y si toman posiciones de ventajas del sol y al viento, dominando las alturas, barrancos, salientes de ríos y de montes, y en cualquier caso, si después de analizadas estas cuestiones, concluiría aquél, que si el rival viene mal acaudillado y con gente esparcida, entonces será el momento de acometer con la bravura y crueldad que yo pueda, no permitiendo al enemigo que se junte, y si tuviesen gran cantidad de soldados heridos, mandar a los capitanes para que inciten al ejército a gritar “que vencidos son y entreguen las armas”, rindiéndose su caudillo, bajando sus estandartes; y si el enemigo se acercara en haz, decía el maestro de armas, debía poner a los caballeros en la delantera, iniciándose en filas de a tres, después de cinco caballos, y tras, de ocho, doce y veinte, cabalgando todos en tropel, y el caudillo de la batalla en medio con el pendón; y el alférez a derechas, y muy pegados mandar tomar el pendón y estandarte del enemigo .






































Juan García, tutor en Retórica y Leyes enseña a Don Pedro a componer epístolas, narraciones y discursos, incidiendo sobre una cuestión que le preocupa al Infante respecto a la sucesión del trono, debido a los trapicheos que viene ejerciendo la Favorita que negocia pactos con familias castellanas influyentes, poniendo en peligro la dinastía .




CAPITULO VIII



El Tutor y Maestro de Artes, Juan García, que lo era en gramática, retórica, decretos y leyes, éste último con permiso y mandato del Papa, sería reclamado por mi padre, siendo previamente aconsejado por el Canciller para que asistiera a la tutoría colegiada, pagándole según acuerdo con altísima soldada por tres veces al año, la primera, al comenzar las lecciones, la segunda, por Pascua de Resurrección y la tercera para la fiesta de Juan Bautista, aparte de concederle privilegios, siendo llamado Señor de Leyes, y que los porteros de la Corte no le cerraran puerta alguna o impidieran la entrada en fortalezas y castillos donde se aposentara el Infante heredero, así como exento de pagar impuestos o tomar otro oficio si no era de su agrado, y el honor de ser considerado como si un Conde fuera.

Juan García no tenía la condición de clérigo y era conocido como hidalgo en Castrogeriz, con casa solariega de escasa hacienda y rentas. Su saber se sustentaba en una predisposición y capacidad, muy extraña de conocer otras lenguas y haber profundizado en la cultura clásica, manejando sin problemas la filosofía griega, la dialéctica de Cicerón, la escolástica y todo el conocimiento aportado por árabes y judíos, tildado él de entrañable personalidad por su delicadeza, discreción y buenas maneras.

Sus lecciones y pláticas no eran apasionantes, pero sí de largo interés, enseñándome a componer epístolas, narraciones y discursos, usando la Biblia como texto básico, donde existen innumerables figuras retóricas, eligiendo él textos llenos de sabiduría, consejo y elocuencia, valor éste de singular importancia para el ejercicio del poder, instrumentado por la Iglesia desde los púlpitos y por los parlamentarios en Cortes, desde taburetes y escaños.

Juan García me explicaba que cualquier discurso tenía tres partes, una primera que él llamaba exordio, sustentado en insinuaciones con la pretensión de ganar la atención de quién escucha o lee y lograr así su docilidad, benevolencia y complacencia; otra segunda, denominada narratio, recomendando que se realizara el contenido con brevedad y claridad, sin que pasara esta parte de tres ideas básicas, que sirvan de fundamento al argumento, y por último, una tercera o divisio, que consistía en el desarrollo del tema, éste basado en un principio de autoridad, criterio y razonamiento, terminando discurso y texto con una conclusión y exhorto, usando de frases cortas y emotivas que dejen a los que lean o escuchen llenos de atención y conmovidos.

Juan García, en el proceso de las lecciones introducía lo que él llamaba la dilatación de los exordios, desarrollando un discurso consistente en la división del todo a la parte, instrumentando la argumentación, buscando concordancias textuales, metiendo procesos dialécticos, desarrollando léxicos y metáforas, así como introduciendo modos alegóricos, históricos y morales, matizando que todos los discursos debían colorearse en el sentido de observar cadencias rítmicas, silencios, poses, gestos y mucha expresividad corporal, obligándome en consecuencia en cada lección a ejercitarme en esas cuitas y además usar reglas nemotécnicas que facilitaran el recuerdo de nombres, fechas, lugares y conceptos, siendo éste procedimiento el juego más divertido que me enseñó, conociendo yo por esa vía listado de pueblos y aldeas del Reino de Castilla, nombre, condición y naturaleza de todos los nobles y caballeros del Reino, así como prelados de la Iglesia, comprobando por éste método que yo era muy memoriado, recitando textos dichos por otros, en lugares y circunstancias que ellos mismos no advertían.

Y siendo muy brillante el conocimiento de Juan García en todo lo referente a la Retórica, asunto que más le concernía conmigo, ocupándose en ello largo tiempo, quise catar sus saberes en cuestiones de leyes, preguntándole cuáles regían en los reinos de Castilla, contestándome sin preámbulos que el orden de prelación de las fuentes del derecho castellano disponían la aplicación de los Fueros Municipales, en primer lugar, y después el Fuero Real y Las Partidas, éstos con carácter supletorio, extendiéndose Juan García sobre los Fueros Municipales al decir que éstos venían caracterizados por sentar contratos entre señores y siervos colonizadores que se establecían en un territorio, también llamados Cartaspueblas, donde se fijaban condiciones de poblamientos del territorio, distinguiendo cristianos, mudéjares, mozárabes, francos; y donde se reglamentaban privilegios, exenciónes e impuestos de vecinos; y además, ordenamientos de las calles; organización municipal, etc, manifestando Juan García que estas Cartaspueblas eran documentos riquísimos por sus contenidos, belleza expresiva, asuntos que trataban, riqueza expresiva de los mismos, unos, por su brevedad y concisión y otros, por su extensión y complejidad; unos, por estar escritos en castellano y otros, en latín o romance; unos, por no valer ni siquiera para copiar en otra villa y otros, como son los casos de Cuenca, Zamora y Soria, copiados por cientos y millares de villas y ciudades, hasta el punto de que el Fuero o Cartapuebla de Soria serviría como fuente al Rey Alfonso X para emitir el Fuero Real, que reglamentaba asuntos civiles y penales en todo el Reino de Castilla, aunque con carácter supletorio, al igual que Las Partidas, que no fueron tomadas por leyes castellanas hasta el Ordenamiento de Alcalá, promulgado por mi padre.

Comprobado el extenso conocimiento que de la Ley tenía Juan García, pasadas cinco jornadas de aquella explicación brillante sobre Fueros y Cartaspueblas, me atreví a preguntarle, con bastante recelo, a la par que le exigía discreción sobre una cuestión que le iba a plantear, por ser muy delicada y que me concernía, solicitando que como mejor pudiera y placiera, me explicara lo dispuesto sobre la sucesión en el trono de Castilla, contestándome, al pronto, que esta cuestión era, por su naturaleza, muy delicada y compleja, añadiendo estar sujeta a reglamentaciones y normas contradictorias, debido a influencias recibidas en la jurisprudencia castellana de corrientes germánicas y otras, traídas recientemente del Derecho canónico y romano, y que en cualquier caso, unas y otras posturas se habían confrontado, desde el pasado siglo en Castilla, conduciendo a la nobleza, reyes, e infantes a practicar la guerra, y participar en litigios sucesorios al mismo Romano Pontífice y reyes de Portugal y Francia, también muy interesados en esta cuestión.

Ante esta sarta de introducciones y advertencias, y al estar yo muy sensibilizado por los trapicheos de la Favorita, que negociaba pactos con nobles castellanos entre los más influyentes, y en su beneficio, a lo que se añadían, ciertas manifestaciones del corrillo de aduladores del bastardo Enrique, que apostaba que aquél, a su tiempo, sería Rey de Castilla, y además, el largo silencio que mi padre venía manteniendo respecto de mí y de mi madre, la Reina, ambos muy solos en Talavera, trajo consigo que me preocupara por éstas y otras inquinas, que no vienen a cuento , y en consecuencia, en mi trastorno, pregunté a Juan García si yo, en calidad de Infante, tenía el mejor derecho a suceder en el trono a mi padre, y en el caso que así no fuera, ¿quién podría reclamar aquel derecho?, añadiendo a estas cuestiones si mi padre me podía desheredar y apartarme de la sucesión, beneficiando a la dinastía de los hijos tenidos con la Favorita.

Ante éstas cuestiones, Juan García se reposó, después de alterarse un poco, y más por haberlas yo requerido con exigencia y acritud, como si en ello me fuera la vida, respondiéndome él de forma pausada y con todo su entendimiento, rogándome que lo que él explicitara, sobre tan delicado asunto, lo guardare como reliquia y secreto, no desvelándolo a nadie, ni siquiera a la Reina madre, a Alburquerque o a mi Preceptor, manifestando, sobre tema tan sutil que en Castilla hasta ese momento regía el derecho de la costumbre, que hace que los reyes le sucedan sus hijos, prevaliendo los legítimos sobre ilegítimos, naturales y bastardos, y fallecido el primero de los legítimos, le sucediera el segundo, y a éste un tercero si lo hubiere, y así sucesivamente entre los hermanos, también llamados Infantes, y a falta de hermanos del primogénito fallecido, los nietos, nombrando entre los familiares más próximos un Regente o Consejo de Regencia hasta que el Infante tuviera adecuada edad para ser proclamado Rey por las Cortes que se constituyeran, añadiendo Juan García, que ésta disposición estaba en el ánimo, conocimiento y aceptación de todos hasta que fuera alterada por Alfonso X en las Partidas, donde estableció que la sucesión al trono se basaba en el derecho de primogenitura y representación, lo que significaba apartar al segundogénito del Rey del derecho de sucesión al trono cuando falleciere el Infante primogénito, y en consecuencia pasarían los derechos sucesorios a los hijos del primero, como así ocurrió al fallecer el Infante Fernando de la Cerda, que apartó a Don Sancho el segundogénito, pasando los derechos sucesorios al trono a Don Alfonso y Don Fernando, nietos del Rey Alfonso, decisión ésta que motivaría una guerra muy cruenta entre el Rey y su hijo Sancho, llegando al punto de que Alfonso X con dos testamentos hacía constar que desheredaba a su hijo Sancho, en castigo a su desobediencia y excesos, al tiempo que inhabilitaba para reinar a sus hermanos Infantes Juan, Pedro, Jaime y Manuel, llamando a la sucesión a sus nietos, Alfonso y Fernando, hijos de su muy amado y ya fallecido primogénito Fernando de la Cerda, haciéndome la salvedad Juan García de que las Partidas no tenían capacidad y fuerza de Ley para éste cumplimiento, por ser supletorias de los demás Fueros castellanos.

Dichas estas cosas sorprendentes por Juan García, quedé yo pasmado ante los aconteceres que vivieron mis ancestros, solicitando de nuevo al bueno de Juan García si él me podía trazar un modelo a seguir en el caso de que mi padre no testase su voluntad de sucesión al trono, acorde con el derecho de primogenitura, por si cualquier motivo llamaba a la sucesión a los hijos de la Favorita, contestándome aquél tutor que éstas cosas eran más hartas de peligros que las anteriores, por lo que me rogaría detenerme en estas preocupaciones y que las mismas las condujera hacia otras personas más cualificadas y de más confianza, insistiendo yo que en éste terreno y asunto tan delicado estaba muy sólo, confiando de pleno en lo que él pusiera como criterio, solicitando por ello, con mucha humildad, me diera consejo en cuestión tan grave, actitud ésta que conmovería a Juan García, por lo que se dispuso a reflexionar sobre la cuestión y yo tomar buena nota, recomendando entre otros ítems y en primer lugar que yo contase con la amistad o neutralidad de los Reyes de Aragón, de Navarra, de Portugal y de Francia, y si no de todos, al menos de uno de ellos; que luego contase con los favorables o neutralidad del Pontífice de Roma; que además contase con los favorables de los Condes y Señores de Castilla, y entre éstos, siempre con el Conde de Lara y Príncipe de Villena; y también, sumase los favorables o neutralidad de los Arzobispos de Toledo y Santiago, y de algunos de los Obispos y Abades mitrados de Castilla; y en el caso de que no pudiera contar con nadie o con muy pocos, oyera misa, y me pusiera de luto cuando fallezca mi padre, y después de enterrado en panteón, me vistiera con ropas reales y me proclamara Soberano y pasara yo a coronarme, siempre que contara con la fidelidad de las Órdenes militares de Calatrava, Santiago y Alcántara, prefiriendo la primera de Calatrava, y al tiempo prometiera privilegios mediando Cartas pueblas a todas las ciudades de realengo y por más, añadiría, Juan García, que si fallaran las recomendaciones anteriormente citadas, siguiera yo el ejemplo de mi padre, que al poco tiempo de coronarse empezó a cortas cabezas y mutilar a poderosos enemigos, entre ellos a su Tutor y tío carnal, Juan el Tuerto, y a Juan Alonso de Haro, Señor de Vizcaya, por hacer causa común con otros Condes de Castilla contra mi padre, sorprendiendo con estos degollamientos y mutilaciones y destierros a iguales y extraños su capacidad de terror, sembrando al inicio de su reinado el hábito de la crueldad, que es procedimiento común entre los reyes, después de agotar otros caminos y estrategias.
























El vizcaíno Anxón, antiguo Guarda Real, es elegido por Alfonso XI como preceptor del Infante Don Pedro.




CAPITULO IX



Álvaro Yañez Anxón, vizcaíno, de mozo, caballero villano con espuelas y en su día integrante de la Guardia de la Casa del Rey Alfonso, mi padre, abandonaría este oficio y las armas para entregarse al estudio de las Humanidades en Salamanca, continuando en Poitiers, donde recibiría la enseña de Doctor, siendo alumno aventajado y condiscípulo del que luego fuera santo, Buenaventura.

Conocida la probada lealtad y trayectoria, encontrándose aquél Doctor en tierras de Peñaranda de Duero y Coruña del Conde, enseñando y creando Escuela, lindantes y a escasas leguas de Lerma, donde descansaba el Monarca, éste le mandó llamar a su presencia para ofrecerle el encargo de mi formación, en calidad de Preceptor, quedando Yañez Anxon extrañado por la larga confianza y honor, al mismo tiempo que abrumado por el extraño oficio que se le otorgaba, así como responsabilidad que le caía encima, calmándole mi padre con palabras amables y animosas, apremiándole como primera faena que siempre me acompañara cuando no estuviera ocupado con Tutores, con la Reina o con él mismo y que tratara de desvelarme aspectos novedosos de la vida humana, a la par que hiciera acopio de recuerdos de lecciones que hubiera yo tomado y causaran huella en mí, para segundos análisis.

Aparte de estas zarandajas lo cierto es que mis padres buscaban a alguien, de mucha confianza, bien preparado, y muy armado moralmente para que me acompañara y fuera mi buena sombra, conociendo ellos la mejor virtud que adornaba a Yañez Anxon, consistente en su lealtad y aprecio hacia la familia real, presumiendo ellos que en el contacto conmigo se encariñaría, como así ocurrió, siendo uno de mis más fieles vasallos hasta mi muerte.

El vizcaíno Yañez Anxón, no perdería, a pesar de Salamanca y Poitiers, las maneras villanas de su naturaleza, expresadas en el lenguaje y gestos, tirándole mucho el monte, destacando en él su exuberante y prodigiosa imaginación, así como su espíritu aventurero, iniciándose en su preceptoría mediante el diseño y construcción de una fortaleza de fortuna ,exclusiva para él y para mí, levantada fuera del Alcázar del castillo, al otro lado de las murallas y más allá del río Arlanzón, alzando entre los dos un campamento militar, siendo él y yo la única soldada armada , sin que se distinguiera quién era el caudillo o quien de los dos mandaba más, castro que habíamos descubierto en una vaguada del camino y reconocido como bueno por tener un espacio vacío a la manera de cueva donde refugiarnos y cerca de allí muchos cantos rodados y otras piedras de cantera, con las que levantar muralla para defendernos del enemigo, que era de la morería y que acampaba a escasas leguas, prestas a atacarnos.
Lo evidente es que mi fantasía volaba con Anxón, levantando en cada jornada el muro, ajetreándome en tareas nunca acostumbradas que me dejaban baldao, con las manos sangrantes, piernas arañadas y riñones doloridos, por tanto esfuerzo y trasiego en aras a amurallar para defender la fortaleza que construíamos y que nunca acababa de cerrarse, dándonos voces de ánimo para terminar el fortín y proceder de una vez a guarnicionarnos de suficientes armas y rechazar a los moriscos que a cada jornada que transcurría más cercanos se encontraban. Al final del día nos jubilábamos con una alzada de nuestro estandarte y blasón que lo era en forma de águila en fondo de azures, a lo que seguía una chuletada, salpicada con huevos fritos, que sabían a gloria, constituyendo éstos comportamientos motivos de alegría y chanza en la Corte, luego que fueran barruntados por espías de la Casa de mi madre y narrados por los criados, y muy especialmente en el ámbito de mi padre, el Rey, porque veía y constataba mís inclinaciones de guerrero, y la Reina, por las ventajas que aquellas actividades favorecían a la mejora de mis deficiencias, fortaleciendo mi cuerpo, especialmente las manos, que ya no se retorcían después de convulsiones.

El tiempo con Yañez Anxon transcurría felizmente, tanto en horas de juego y entretenimiento, como en el estudio y análisis, celebrando él cuando le hacía preguntas que yo no remitía al resto de tutores, versando sobre materias diversas, maravillándome un día cuando le pregunte que me hablara sobre la indiscreción y la verborrea, contestándome de forma breve y concisa que es señal de poco entendimiento y de mucha necedad en el hombre que a cada pregunta que se hace, seguidamente se da respuesta, añadiendo, que el permiso que tienen los hombres simples en preguntar, de aquella licencia están privados los reyes ,los sabios y los inteligentes en responder, porque es sabido que las preguntas tienen su origen en la ignorancia, mientras que las respuestas proceden de la sabiduría y cordura, y en este sentido se extendería Yañez Anxon diciendo que buenos estarían los Reyes e Infantes herederos si hubiesen de satisfacer y responder a nobles, obispos y villanos, que muchas veces preguntan o piden para molestar y hacer daño, recomendando que a preguntas o demandas improcedentes o inoportunas debía yo disimularlas y pasar de ellas, insistiendo Anxón, que en el mucho hablar no falta pecado y que un Rey sabio debe saber ahorrar sus palabras porque quien guarda su boca, guarda su alma y su reino, concluyendo de esta retahíla que yo debía andar muy cuidado en los estudios y conocimientos para saber estar y valerme entre nobles y obispos maliciosos, procurando mantener con ellos la boca cerrada, haciendo ver Anxón que el conocimiento me libraría de deslenguados perversos y malvados y más, si estos quisieran seducirme con halagos y milongas; y que no hablara a los oídos del necio, y que cuando viera o tuviera noticias de que el lobo trababa amistad con un cordero que entonces, sólo entonces, me aliara con maledicientes y necios.

Y entrado en estas cuitas, un día, pregunté a Anxón de quien o quienes yo no debía fiarme, contestándome al pronto y con gran descaro, por saber todo de estas cuestiones, que en principio y primer lugar, de aquellos hermanos míos que estuvieren distanciados, haciendo suyo el decir de las gentes cuando afirman que más vale vecino cercano que hermano lejano, y más si entre ellos hay hacienda que heredar o fortuna que repartir, y en el caso que a mí concernía, nada más y nada menos que un trono en liza; y después de aquéllos, los hombres que fueran o se presentaran notoriamente necios o imprudentes y obraran con falta de inteligencia, en relación con las personas, o en el gobierno de las cosas; añadiendo Anxón que luego de descartar a los hermanos lejanos, y más si fueran bastardos, por ser entre éstos los más incordiantes y díscolos, y aquellos de condición necia, nunca me confiara y bien me protegiera de los que se movieran o empujaran por envidias y codicia, teniendo mucho cuidado si los que están detrás de estas cosas eran además ricos hombres, engranados en familias nobles, y por más soberbios, por estado y naturaleza, presentándose ante mí altivos sus ojos, de la misma guisa como lo hiciera el Infante Juan Manuel ante mi padre; y en el inferior orden, pero no por ello de consideración menor y a tener en cuenta, añadiría mi preceptor, debería yo desconfiar entre aquellos que hablan como charlatanes y verborreros, y opinan de todo, sin saber de nada la mitad, pervirtiendo en sus argumentos y narraciones lo más desfavorable de las personas y contenidos de gobierno, maquinando cosas malas, presentándose éstos como deslenguados y mentirosos, llenando este capítulo los conocidos por calumniadores, halagadores, injuriosos, maledicientes y malvados; y en un orden más inferior a lo referido, continuaría Anxón, que yo no debería confiarme en aquellos que fueran marcados por pecheros y cortesanos como mala gente por no atenerse a la ley y conducirse como ella obliga, corriendo ellos siempre tras el mal y presentándose en los tribunales con testimonios falsos; y por último, me diría Anxón que no fiara en gente extraña y en aquellos que el cristiano llama prójimo, por ser éstos desconocidos y no saber nada de su aliento e intereses, aunque hacía la salvedad que yo debía consultar, y trabar con el pueblo, y moverme en sus calles, y entre villanos para que dejaran de ser extraños y lo sumara entre los míos, como hiciera mi padre, añadiendo yo a este galimatías y para mis adentros que a partir de ahora sólo fiaría entre aquellos que fueran muy sabios y prudentes, pero sólo si venían adornados por discreción y lealtad acrisoladas, y además, que los que así fueran, tuvieran larga experiencia y se encontraran sin pecado, por vivir como santos en vida, y alejados de cualquier interés humano, y acorde con este criterio nadie, ni siquiera Anxon que reunía cualidades de sabio, discreto y leal podría alcanzar mi confianza por faltarle años suficientes que dotaran de experiencia y además, por ser persona que vivía en pecado, fuera de santidad, por lo mucho contado por él en nuestras horas de poco trasiego, gozando él como la mayoría de los mortales de la golosina de alimentos, siendo tildado en calidad de hambrón y gozar de gula, al tiempo que viviendo en soltería no hacía mas que ronear a las hermosas doncellas para que entraran al trapo y luego hacerse con ellas unas risitas, donde hubiera lechos de espinos, de flores o de borra, y por más, siendo aquél harto codicioso, juntando doblas y florines obtenidos por soldada y donaciones, en la cuantía de dos arcones y sumar hacienda suficiente para cuando vestir canas disfrutar de vejez tranquila y ventajosa.



































De cómo un renombrado físico judío en Zamora, Benasaya, remedia y cuida una enfermedad del Infante Don Pedro, que dejaría secuelas en el transcurso de su vida.




CAPITULO X



Sólo mi ayo, Don Vasco Rodríguez, luego Maestre de Santiago, conocía mi enfermedad y dolencias en los primeros años de mi vida, consecuencia de embarazo complicado de mi madre, resultado de desnutrición por desgana de apetito, abandono de mi padre que cumplía con la favorita Leonor de Guzmán, y defunción reciente de mi hermano, pariéndome de forma pelviana, con retención de cabeza, que según físicos y estudiosos de la salud afectaría a la oxigenación de los nervios.

Mi madre y ayo, antes de que yo cumpliera tres años achacaron a aquel trastorno del parto el retraso de mi crecimiento, en peso y estatura, pareciendo yo encanijado, necesitado de sobrealimentación, recomendada por los mejores dietéticos del reino, así como ataques convulsivos, que de sus resultas yo babeaba y retorcían mis manos, manifestándose los músculos de forma rígida y contraída, obligándome por tiempo breve a recoger las piernas con los brazos, ovillándome, al tiempo que sangraba hilillos por la nariz.

Con mucho tiento y discreción, mi madre y ayo taparon, algunas de las secuelas, sufriendo mucho mi madre por las dificultades que yo planteaba retrasando la actividad de ponerme en pie y caminar, permaneciendo yo en el gateo hasta los tres años, y con grandes problemas para agarrar objetos, aparte de mostrar menos capacidad de movimientos en la pierna y pie izquierdos, que a las resultas iban desproporcionándose y desequilibrando respecto de pierna y pie derechos, siendo ésto, junto a todo, angustiante para mi madre, que con resolución buscó a través de rabinos judíos información pertinente sobre algún médico que pudiera consultar, recomendando aquellos a uno muy renombrado, residente en Zamora, al que llamaban Benasaya, resolviendo de inmediato mi madre dirigirse a esa ciudad, desplazando su Casa, con gran contento de mi padre, que desconocía o no quería conocer la discapacidad que yo sufría, quedando él libre para gozar de la Favorita y de los bastardos tenidos con ella.

Benasaya, hombre entrado en años, ejercía con experiencia y eficacia la dietética, farmacia, y cirugía ,siendo muy relevante su herbario o libro descriptor de plantas medicinales, procurando a su alrededor una escuela de medicina donde estudiantes de su raza compartían sus enseñanzas, la mayoría sustentadas en la importancia de consumir vegetales, lavado de manos y pies, y todo los relacionado con el corazón, evitando palpitaciones rápidas, eliminando aquellos alimentos que perturbaren al flujo de la sangre o que alterasen la corriente de los nervios.

Mi madre, instalada en Zamora, acompañada por mi ayo, reclamaría la presencia en sus aposentos de Benasaya, incumpliendo lo ordenado por el Concilio de Zamora, reunido en 1311, que prohibió a los judíos practicar la medicina entre cristianos, siendo muy bien recibido aquel medico judío por la Reina y muy atendido y honrado por los servicios de su Casa, participando mi madre al galeno angustia y desesperación por la extrañeza de mi enfermedad que aunque no progresaba, ahí estaba presente, diagnosticando Benasaya después de análisis y observación, pasado tiempo, un posible mal de los nervios que partían del cerebro, instando a mi madre a que resolviese por una de dos opciones que él contemplaba como las mejores entre varias, una de ellas muy peligrosa, radical y de actuación rápida, poniendo en riesgo mi vida por ser necesaria, consistente en punción de médula, y otra, que requería largo tiempo en su tratamiento, fundamentado en una alimentación muy cuidada, baños calientes, ingesta de hierbas, ejercicios que procurasen el alargamiento de músculos y tendones, a través de masajes, y medicación a base de sales de magnesio, resolviendo mi madre por la segunda, la más segura y esperanzadora, acertando con ello, porque después de un año de tratamiento empecé a mejorar, dejando de babear, poniéndome de pie y correr tras los criados, y crecer en peso y estatura, cogiendo fuerzas y energías, y también colores en la cara que me hacían de manzanita, poniéndome guapo como decía mi ayo, y con ello fomentar alegría y entusiasmo entre los que me querían, incluyendo a mi padre que cuando no libraba guerra venia a Zamora a verme y llevarme de montería.

No obstante quedaron secuelas que me marcaron para toda la vida, una de ellas localizada en el pie izquierdo que era mas pequeño que el derecho, obligándome a usar de doble o triple calzeta en ese pie para ajustar sandalia o zapato, y otra de carácter más grave consistente en convulsiones ligeras que asomaban siempre con ocasión de las primeras horas de sueño, y que movían a mi cuerpo a ponerse de pie y a esperar silencios de pensamientos, vacíos, pasillos largos, como si se me perdiera la vida, luchando yo sólo por no morir, peleándome de continuo pegando porrazos en el suelo con los pies para agarrarme a la vida, y que la parca no me llevara a las sombras, y así pasaba yo muchas noches, sin contarlas a mi madre, ni a nadie, siendo por eso receloso y muy cuidado en que mi ayo estuviera muy cerca por si algo me pasara y la negra muerte me pudiera matar.




Cumplidos los doce años volví con mi madre a Zamora, sólo con la excusa de saludar y agradecer a Benasaya su buen hacer y tino en mi salud, recibiéndonos él y su extensa familia con atenciones y hospitalidad, preguntando el galeno sobre cuestiones musculares de coordinación, y otras cuestiones sobre si tenía problemas con el habla, si ceceaba o tenía dolores de cabeza, respondiendo a éstas y otras cuestiones de forma negativa, centrando la consulta para informar a Benasaya sobre el tamaño del pie izquierdo más reducido que el derecho y ciertos chasquidos que se producían en las articulaciones recién levantado o cuando me iniciaba en cualquier actividad después de reposo prolongado, y también, los sustos que me daban algunas convulsiones que conducían a vacíos mentales, aunque éstas se producían de forma extraña, algunas veces después de comer ciertos alimentos, entre otros, dulces de almendras y coco, presentándose aquellas muy distanciadas en el tiempo. Frente a este cuadro de dolencias encomendó Benasaya una alimentación basada en vegetales, así como guisos de arroz, y de verduras, revueltos con carnes de corderos castrados, sugiriendo rechazara ingerir carne de cerdo y leche , al tiempo que me instaba a que cultivara con más vehemencia los ejercicios físicos que realizaba con el maestro de armas en especial aquellos que fortalecían las extremidades, cargándome de pesos cuando hiciera los ejercicios, y muy especialmente que recibiera baños calientes, alternándolos con fríos, en las salas de baños que disponían los moros, y después masajes de alcohol en brazos y piernas, sin olvidar las sales de magnesio, que tan buen resultado habían tenido en el remedio de la enfermedad.

Benasaya y su familia, después de esta segunda visita de integrantes de la familia real, gozaría de ciertos privilegios, entre otros, abrir consulta a cualquier gentil, llenándose su casa de enfermos de todas las razas, reinos y naciones, beneficiándole la reina con su tesoro personal a fin de que se construyera hospital atendido por judíos y cristianos y tres sinagogas, así como un cementerio exclusivo para la judería, fuera de las murallas, rompiendo así con estas y otras actuaciones el sentimiento deicida que algunos clérigos alimentaban entre los cristianos, y muy especialmente en épocas de cuaresma, coincidiendo el viernes santo mediando arrojamientos de piedras a las viviendas de las juderías, lanzadas por aquellos clérigos desde las alturas de las iglesias.

El contacto con Benasaya, hombre excepcionalmente bueno, cargado de misericordia, humildad, prudencia, sensibilidad, inteligencia, cariño por sus hijos, aparte de su sabiduría en la medicina y otras artes y su familia, removió mis actitudes, sentimientos y consideraciones respecto de las personas de esa raza, situando entre paréntesis la condición religiosa y nacional, haciéndome más tolerante y abierto a otras dimensiones del mundo que yo veía venir y que algunos de los mensajes de mi Preceptor me hacían reflexionar, situándome en continuas e interesantes dudas, por desequilibrar mi armonía, tan alabada por el cristianismo y que predicaba aquel triste clérigo tutor, sustituido en la tutoría por otro clérigo más joven, menos aburrido, más abierto a las nuevas corrientes, llamado Bernabé, que luego sería Obispo de Osuna, elevado a esta condición por mi padre por sus buenos servicios, teniéndolo yo siempre en muy buena consideración, estima y aprecio.

El contacto de mi madre con la familia Benasaya saltó a todos los reinos cristianos y árabes instalados en la península, sorprendiendo la muy buena actitud que mi padre, el rey Alfonso XI, no sé si por agradecimiento oculto por remediar mi enfermedad, tal vez conocida y no compartida con nadie, que mantuvo con el pueblo judío, rompiendo el anatema de la iglesia oficial sobre que el judaísmo era el pueblo asesino de Cristo, impulsando, por el contrario a los cristianos a que confiaran en ellos por su condición excepcional de físicos o médicos, astrólogos, sastres de sotanas y sobrepellices de Obispos, fumigadores de Iglesias mediante salmerios y candelabros, orfebres, maestros herradores y muchos oficios necesarios en las nuevas ciudades que iban levantándose, recomendando el rey para ellos la actividad del préstamo, que muchos enemigos de la corona tildaron como usureros, siendo ésta una de las causas de las persecuciones que sufrieron los judíos en Francia e Inglaterra, allegándose muchos de ellos a Castilla, donde sabían que serían bien recibidos por un Rey al que llamaban el Justiciero, y que tenía un hijo Infante de Castilla, de nombre Pedro, que conocía parcialmente el Talmud y el Pentateuco, y hablaba de cuestiones morales con rabinos renombrados, que apreciaban en él ese detalle de inteligencia, tolerancia y apertura de miras.

memorias pedro el cruel, cap II al V

Alfonso XI conoce por un templario, héroe en Antioquía, la relación del Santo Grial con el Temple y la probable localización de ésta reliquia en tierras de Burgos, animando éstos sucedidos al Rey a crear una Orden Militar en Castilla, que llamaría de la Banda, constituida por doce caballeros con linaje y antecedentes templarios, siguiendo ésta Orden la constitución señalada por San Bernardo.




CAPITULO II



Encendido mi padre, al que en comidilla llamaban el Justiciero, por las Ordenes de Caballería, y siendo él muy afanado en asuntos de armas, considerado en su tiempo como el más entendido en estrategias militares, fruto de las conquistas en Andalucía de Alhaquín, Ayamonte y otros lances por la toma de Granada, y mientras él permanecía en la guarnición de Burgos tuvo conocimiento de que algunos campeones cruzados españoles estaban de vuelta por estas tierras ,procedentes de Jerusalén y Antioquía, luego empleados como mercenarios en las compañías blancas ubicadas en Francia y Alemania, siendo ellos viejos Templarios, como los que se establecieron en Aragón, a través del valle del Ebro, en expansión por tierras de Castilla y Toledo, constituyendo verdaderas redes fortificadas que garantizaron el comercio y la seguridad de los caminos.
Un templario de aquellos con muy largo recorrido interesó a mi padre para que le contara su versión del Temple, Pero González Romero, muy armado castellano y héroe en Antioquía quien contó de primeras que la Orden del Temple surgió no sólo para defender los santos lugares, sino también para asegurar los caminos de peregrinación de la cristiandad, y muy especialmente buscar el Santo Grial, que es el vaso portador de la sangre de Cristo, entregado por Jesucristo resucitado a su tío José de Arimatea, comerciante de estaño, procedente este metal de Britania, ocultándolo en lugar desconocido, señalando que aquél no se encontraba como decía la tradición en Glanstonbury, sino en España como indicara el rey García III Sánchez de Navarra, que cuando cazaba por terrenos de Nájera, observó como su alcor volaba tras una paloma y desaparecía en la espesura del monte, añadiendo Don Pero , que el monarca, en pos del ave, se internó en una cueva, descubriendo allí un gran resplandor, encontrando en las profundidades de la sima un altar con una imagen de la Virgen, ante la que había una Jarra con azucenas, y posadas a los pies de la imagen el alcor y la paloma, en milagrosa armonía. Don Pero manifestaría a mi padre que aquella Jarra era el Santo Grial, ordenando el rey navarro construir un monasterio y una Iglesia, y crear la Orden de Caballería de la Jarra, en calidad de guardianes del Santo Grial, siguiendo los votos de San Benito.
Luego, Don Pero, añadiría que un Obispo, de nombre Olegario, con sede en Barcelona, después proclamado Santo y que estuvo entre Templarios en Jerusalén, adquirió el Santo Grial, custodiándolo en Montserrat y pasado tiempo, con ocasión de persecuciones a los templarios por el rey de Francia, Felipe IV, los conmilitones de Cristo, que así se hacían llamar los templarios, desplazarían la reliquia a Dugium, al borde del cabo de Finisterre, muy cerca de la meta del camino de Santiago, donde se adoraba un caldero sagrado, que representaba el Grial.

Lo cierto es que Don Pero advirtió a mi padre que estos galimatías del Grial no tenían asientos ciertos, cruzándose muchas tradiciones, que por intereses económicos y religiosos lo situaban en demás lugares como Genova, Lyon, Reims, y Valencia, venerándose los cálices, allí depositados, apostando el caballero castellano que el Grial se encontraba al otro lado de Nájera, pasando la sierra de la Demanda, en tierras de Burgos, en el valle del Arlanza, señalando el pueblo de San Quirce, donde había un monasterio de Benitos con capiteles griálicos, ampliando su lugar y búsqueda por la comarca de los Barbadillos, donde proliferaban anacoretas y también, en Salas de los Infantes, y montes de Quintanar, en una zona llamada de la Guía, donde se alzaba una ermita con paño de extenso prado, venerándose allí a una Virgen negra con caracteres grialicos.
Don Pero se extendería sobre los bulos que había escuchado en las noches de guardia, procedentes de templarios britanos, referente a que José de Arimatea ya estuvo en sus tierras acompañado del niño Jesús, cuando éste contaba los doce años, ayudándole en el comercio del estaño y que agradecido a las gentes de las islas volvió con el cáliz de su sangre, leyenda ésta que forjó una época en la Corte del Rey Arturo, adornado él por una espada mágica, Excalibur, que reclamaba para el monarca un mago de nombre Merlín, haciéndose acompañar Arturo de doce caballeros, que se sentaban junto a él, como iguales, en una tabla redonda, impulsados todos en el logro del santo Grial.

Estas y otras consideraciones ,más o menos ciertas, planteadas con celo e imaginación por Don Pero, algunas de ellas conocidas por Alfonso XI, contadas a nivel familiar por un ascendiente suyo, Leonor de Plantagenet, casada con el rey Alfonso VIII de Castilla, hija a su vez de Leonor de Aquitania, hermana de Ricardo Corazón de León, animaron a mi padre a constituir una nueva Orden Militar, que tuviera su sede en Burgos, y que integrara a doce caballeros, al igual que doce son los planetas, doce, los metales en la astrología y alquimia, doce son los signos zodiacales, los dioses del Olimpo, los Apóstoles y doce fueron los condes palatinos de Carlomagno.
Mi padre estableció que los componentes de esa mesa redonda la constituirían caballeros de las tierras de Burgos, en principio Templarios o descendientes de ese linaje, denominando a los nuevos conmilitones de Cristo como guardianes del Grial y de la Banda., blasonando en sus escudos una cruz atravesada por una banda azul. Entre ellos se encontraban Alvar García de Leiva, Señor de Villadiego, que vestía ropajes encastillados de oro combinado con azures; Diego Carrasco, Señor de Vivar, arropado en campo de plata y blasonado en su escudo con jabalí pasante al pié de un tronco de árbol; López de Ocaña, señor de Covarrubias, adornado de gules con león rampante de oro, que lleva espada desnuda de plata en la diestra del escudo; Miguel Redondo, Señor de Castrillo, de gules, portando el escudo peñas pardas, río de plata y sobre las piedras una torre, con dos leones rampantes y las caras de dos doncellas; Juan de Salas, Señor de la misma villa, vestido de oro, blasonado con castillo almenado y sobre la superior almena león rampante y a sus lados dos conchas; Benito de Salazar, Señor de Villarcayo, en campo de gules con trece estrellas de oro; Lucas Tamayo, Señor de Briviesca, vestido de plata con escudo que contenía castillo de gules cuadrados; García de Tovar, Señor de Villadiego, de amarillo; el Conde de Lara, vestido de gules, con escudo integrado por dos calderas jaqueladas, saliendo de cada asa siete cabezas de sierpe, en recuerdo de los Infantes; Gonzalo Ibáñez, Señor de Lerma, vestido de armiño y escudo con castillo de piedra sobre ondas de agua de plata y azul; Fernán Martinez de Cevallos, Señor de San Millán, vestido de Gules con escudo que portan cruces flordelisadas; y Pedro Frías, Señor de la Demanda, vestido de gules con escudo partido que porta castillo y lobo pasante a un pino.

La nueva Orden de la Banda seguiría fielmente la Constitución señalada por San Bernardo a los caballeros del Temple, siendo su Maestre, el rey, mi padre, que ejercería el poder espiritual y material, sin intervención del Vicario de Roma o el Ordinario del lugar, obligándose los caballeros a prestar juramento de obediencia y lealtad absoluta al Maestre, designando como Senescal o segundo de la Orden, a través de elección de ocho caballeros y cuatro sargentos al Conde de Lara, que sería el alférez y portador del estandarte de la Orden. El Mariscal de la Orden sería elegido Pedro Frias y en calidad de Comendador de la Banda, el Señor de Briviesca.

























Se describe la villa de Burgos analizando sus defensas, entre ellas el castillo que mantenía patios de armas y espacios suficientes para albergar establos, perreras, cocinas, fraguas y demás servicios. Se cuenta además de su Acrópolis, Catedral y grandes mansiones, así como distribución por barrios y calles dentro del recinto amurallado, donde trabajaban ciento sesenta moros encadenados, vigilados por caballeros e hidalgos que hacían rondas por el adarve.




CAPITULO III



Burgos, en el recuerdo de mi pubertad, era la capital de Castilla y sede de la Corte de mi padre, eligiendo esta villa por su ubicación estratégica en el camino de Santiago, además, por su posición dominante en el comercio de la lana y también, por el control de las posibles tensiones con el reino de Navarra y Aragón, en continuas discrepancias por la ocupación de tierras fronterizas en la Rioja.
Burgos sería construida a la manera de almendra, constituyendo uno de sus extremos el alto cerro del septetrión, en el que se ubicaba el Castillo, desde donde salían brazos amurallados, uno de ellos paralelo al río Arlanzón. El rey Alfonso XI otorgaría una carta puebla a la villa concediendo un privilegio a caballeros armados que tuvieran las mayores casas pobladas a fin de que éstos fueran excusados de pagar pechos o tributos antes de los ocho días de Navidad hasta ocho días después de Cuaresma, y que excusaran también de pagar tributos a la Corona paniaguados, juveros, molineros, hortelanos, pastores y amos que crían a sus hijos, añadiendo que el año que las hermandades del Consejo fueran en la hueste de guerra, por su mandato, que sus gentes no paguen tributos .

Mediante esta Cartapuebla y otras que se sucedieron, emitidas por mi padre, logró mi Señor y Rey la concurrencia masiva de pobladores cristianos en la villa de Burgos y mantener en sus arrabales a mozárabes y judíos, recepcionando agricultores y campesinos, ayudando a la repoblación, tomando parte muy activa, la nobleza, cabildo catedralicio, viejos monasterios, caballería villana, y milicia de la Orden de la Banda, asumiendo estos recipendiarios el asentamiento de los nuevos colonizadores de la ciudad, asignando solares para la construcción de viviendas, fijando el Concejo de vecinos los términos de calles, barrios, calzadas y los límites de la villa.

A pocas leguas de Burgos se situaba la villa de Lara, con barrios de judíos y mozárabes, lugar donde nació el Conde Fernández González, primer conde independiente de Castilla; y Villadiego, villa de realengo, concedida en venta por Sancho IV al consejo de Burgos, asentándose allí multitudes de judíos, todos ellos protegidos por reyes castellanos, llegando esa comunidad en tiempos de mi padre a la cifra de un millar, viviendo en judería con varias sinagogas, disfrutando éstas de los favores del rey por lo que quedó a cuenta aquello de tomar las de Villadiego, en alusión a que en el caso de persecución por la Iglesia y otros Señores, lo mejor para esta raza era tomar el camino de Villadiego en referencia a las siete villas del Conde Don Diego Rodríguez Porcelos, fundador y repoblador de Burgos, en el ochocientos ochenta y cuatro, por mandato del rey Alfonso III, el Magno.

La defensa de Burgos, frente a cualquier asedio, estaba confiada a su Castillo, Acrópolis y Murallas. El Castillo en tiempos de paz era un baluarte de operaciones militares, formando red con otros situados en Lara, Villadiego, Vivar, Covarrubias, Castrogeriz, Briviesca, Valdivielso y muchos más que se extendían por los valles del Duero y del Tajo, algunos de ellos sostenidos por la Orden Militar de Calatrava, con sede en Almagro, que se expansionaba por Toledo y Andalucía, llegando a poseer este Maestrazgo, bajo la sombra de su castillaje, más de trescientas villas, con una población de doscientos mil habitantes. Aquél Castillo estaba situado en el altozano de un cerro, encima de una colina rocosa, manteniendo un Alcazar, aposento de mi padre, y una torre vigía adosada, con muros exteriores, entre seis y ocho metros de anchura, por quince de alto, y en la parte superior de los muros un adarve que servía de plataforma de combate y también pasillo, por donde circulaban infantes de soldada, arqueros y servicios de centinela. Dentro de los muros del castillo había un patio, no muy extenso, pero con suficientes espacios para albergar establo, perrera, cocina, fragua, y otros oficios necesarios para el cuidado de las armas y caballerías, y también silos de alimentos, así como aljibes de agua. El castillo estaba silueteado por cuatro torres, tres de ellas cuadradas, preñadas de fuertes muros de mampostería, reforzados en piedra granítica, acabadas sus esquinas en sillería y con saeteras que flanqueaban las puertas de acceso. Estas torres eran de tres plantas, acabadas en techados a cuatro bajantes de nieve y aguas, arrancando una escalera desde abajo, adosada a sus muros interiores, alcanzando a todas las plantas, de cien metros cuadrados, sin cámaras o tabiques que separaran, siendo utilizadas en tiempos de paz la planta baja como depósito de colchones, arcones, sillones, mesas, vajillas, ciruelas, candelabros, útiles de cocina, despensa y cuadra, situando en la primera planta aposentos de servidumbre y guardia, y en la última planta, la mas ventilada y con ventanas, para alojamiento de invitados segundones, reservando a caballeros con grandeza y embajadores la torre del homenaje, la más alzada, de planta octogonal muy hermosa y esbelta.

La acrópolis de la villa de Burgos era el patio de mis recreos, lugar donde disfrutaba del juego y torneos armados con espadas y lanzas de madera, compitiendo con aquellos pajes y escuderos, elegidos por los Caballeros de la Banda, siendo éstos niños, como yo, y que constituirían mi primera escolta, no abandonándome hasta mis últimos días.

Acrópolis, catedral y grandes casonas, residencias de ricoshomes y nobleza de linaje formaban un continuo, intercalándose espacios abiertos donde yo contemplaba, quedando absorto, una maravillosa oleada de personas pintorescas, unas, vestidas con armaduras blancas, prestos para la batalla y otras, con ropajes amantados, mostrando riqueza y variedad de colores, dominando en ellos los heráldicos gules, azures, y armiños.
La acrópolis me sonaba a hierros, inyectando en mis venas sensaciones de fuerza, lo que me hacía trastear entre los que por allí se estacionaran o pasaran, preguntándoles las razones de estancia o de paso y requerir si me podían contar algún sucedido épico, referente a las armas y a la caballería ocurrente fuera de la ciudad y del reino, quedando yo encantado en algunas disertaciones, que algunos espabilados, presumiendo influencias futuras, adornaba con todo lujo de detalles y más si eran cuestiones relacionadas con la Caballería, o la Orden del Temple, mi devoción, y también narraciones o cuentos sobre moros aguerridos que nunca fueron vencidos por cristianos, quedando los infieles, en mi imaginación, a la espera de que yo los batallase.

La tercera defensa de la villa de Burgos la constituía su muralla, con un recorrido de tres mil doscientos metros, bordeando el río Arlanzón, de tres metros de anchura por doce de alto, con sesenta y siete torreones, y dos mil trescientas almenas, cerrando treinta y cinco hectáreas, distinguiéndose desde el torreón más almenado tres zonas muy diferenciadas: la noble, definida por el Castillo, Acrópolis y catedral con sus aledaños y residencias mansionadas; la villana, diseñada con tres calles alargadas y paralelas, curvándose las exteriores para concentrarse en cercanías de las mansiones de la nobleza, conformando plazuelas cada una de ellas en su recorrido, y en la convergencia, una plaza mayor, donde ocurrían las ferias y mercados, dividiéndose este espacio villano en quince parroquias que cobijaba, seis ermitas, diez conventos de frailes, nueve de monjas y cinco hospitales; la repoblada, situada en la parte más extrema y meridional; y los arrabales, pegados a las muros del Sur, donde se recluían las juderías y mozárabes, separadas estos pueblos por las calzadas ya descritas.

En la construcción de las murallas trabajaban siento sesenta moros encadenados, vigilados continuamente por caballeros e hidalgos que hacían rondas por el adarve, cerrándose sus sietes puertas principales y tres puentes en el momento que oscurecia el día, por razones fiscales, sanitarias y seguridad, manteniéndose un continuo servicio de guardia en cada uno de los extremos de los torreones, voceando los centinelas contraseñas por centenares de pasos y almenas recorridas, medidas previamente por los oficiales en su tiempo justo.







El Infante Don Pedro conoce a un aventajado templario que espera ser recibido en audiencia por el Canciller de Castilla, narrando aquél la vinculación del Temple con la cábala de los ismailitas , y como éstos usaban a sus fieles para ejecutar atentados políticos, en calidad de asesinos, y también explicar la relación notable que hubo entre judíos y templarios, manteniendo una banca común de préstamos por toda Europa y asistidos por una flota mercantil.




CAPITULO IV



Un día, por cierto, con ocasión de cruce en la acrópolis con un personaje muy visto otras veces, ya mayor, caballero muy armado de guanteletes y espuelas largas, que estaba a la espera de audiencia del Canciller, y más personajes y magistrados de la Corte, y que conocía mi condición de Infante de Castilla, le pregunté si conocía de algún redicho, contándome que él era Templario, aunque su Orden había sido abolida recientemente por el Concilio de Salamanca, a instancia del Papa Clemente V, debido a persecuciones cruentas habidas en Francia, ejecutadas con torturas por un tal Nogaret, Oficial del rey Felipe IV, y que en España no se habían producido por ser esta Orden muy leal y fiel a los reyes de Castilla y Aragón, siendo los templarios muy bien recibidos por villanos, pecheros y gentes del comercio en todas partes, acabando hermanos, frailes y conmilitones de Cristo, gracias a la grandeza de mi padre, el rey, en la Orden de Calatrava, contraviniendo lo ordenado por el Papa de que el Temple y sus beneficios pasaran a los Hospitalarios de San Juán, hecho que nunca sucedió, enfrentándose por ello, mi padre, con el mismo Papa, siguiendo yo, en mi reinado, esa pauta.

Como aquel buen caballero comprobara, en su larga espera de ser recibido, que ya era pasada hora, decidió allegarse en otra jornada más propicia, deteniéndose, al advertir por mis ojos sobresaltados de atención al límite, mi insistencia en que siguiera añadiendo discursos, suplicando al tiempo, aquel buen caballero, que lo que él contase fuese guardado por mí como misterioso secreto, quebrando con ello normas de la Orden, rogando no referirlo a nadie por las consecuencias que tuviera su revelación, prometiéndole yo, al pronto, que así se cuestionaría, y no romper con la promesa, así como guardar en el más profundo secreto lo que tuviese a bien narrar, esperando yo, muy inquieto, el sucedido misterioso que me iba a narrar, sentándome comodamente ,en el suelo , mientras él permanecía en un poyete de piedra de una de las columnas de los porticales.

En esta guisa, el Caballero armado, que por cierto se llamaba Pedro Rodríguez Navarrete, Señor en tierras de Rioja, me dijo que el Temple era asunto de franceses, fundado por siete de ellos, acorde con la cábala de los Ismailitas, secta del chiismo musulmán que predicaba la naturaleza de la jerarquía espiritual, procedente de la divinidad del Imán, y que esperaban la llegada del Mahdi, después del profeta Mahoma, añadiendo que aquellos fundadores templarios, en un principio perseguían la conquista de los santos lugares, la seguridad en las rutas a Jerusalén y la devoción por Cristo crucificado, así inducido por uno de los santos templarios, San Bernardo, que postuló que el conocimiento de Dios no radicaba en la inteligencia, sino en la humildad, por lo que era necesario hacerse fuerte en la fe y en la entrega sumisa, valores esenciales del templario, recogidas insistentemente en su norma con expresiones reiterativas de fidelidad y obediencia extremas, idénticas a las “dawa o inducciones” de los Ismailitas, que conminaban a la lealtad del Imán, y a su representante o Dai en la tierra, que es el que enciende afectaciones sublimes entre sus adictos. Añadiría Don Pedro que por el mucho tiempo pasado de estos franceses templarios y otros más que les sucedieron, en el Oriente, en tierras de Persia, Siria y Yemen, conectaron con Ismailitas, siendo influidos por ellos, que estaban a la espera de la resurrección de Muhamad Ibn Ismael, el Mahdi, Imán visible, que establecería el Estado ideal islámico, incorporando con su llegada la séptima época de la humanidad y de ahí el nombre de sus fieles, septimanos o qarmaties, fieles hasta la muerte a los Dais o inductores de la fe, superiores en conocimiento al mismo Corán.

Don Pedro haciendo un breve silencio de lo dicho por irse su discurso hacia terrenos movedizos, quiso detenerse y parar el carro de este cuento, insistiéndole yo, con vehemencia, para que continuara, añadiendo, que aquellos ismailitas con sus ritos, votos e iniciaciones, a través de los nueve grados, conseguían las fidelidades que pretendían, conminando los Dais a sus sectarios a guerrear contra los infieles, fatimitas y abasidas, usando la táctica del asesinato político selectivo, matando a través de los Fidais o asesinos, devotos encargados de ejecutar a hombres de Estado, emires, sultanes y jefes militares, ejecutando atentados en lugares públicos, y a la luz del día, con el propósito de intimidar y producir pánico, doblegando a los sarracenos y sucesores de Saladino, el campeador de Jerusalén, gobernando los ismailitas por largo tiempo los santos lugares y tierras próximas, manteniendo la secta musulmana muy buenas relaciones con templarios, allí establecidos, y también con judíos, que serían los verdaderos guardianes de Jerusalén y de las rentas finales de la red templaria, constituida en los reinos cristianos, con el beneplácito del Pontífice, que como Simón el Mago, distribuía indulgencias por donaciones a la cruzada templaria.

Las narraciones de Don Pedro sobre la participación judía en el Temple me causó impacto y sorpresa, por lo que extrañado pregunté el argumento de tan peligrosa afirmación, respondiendo el Caballero que él no hacía mas que citar una norma del Libro de los Caballeros del Temple, cap IV, escrito por San Bernardo de Claraval, citando de memoria ”he aquí los hombres fuertes que el Señor ha ido eligiendo desde un confín a otro del mundo, entre los más bravos de Israel para hacerlos soldados de su escolta, a fin de guardar el lecho del verdadero Salomón, o sea el Santo Sepulcro, en cuyo derredor los ha puesto para estar alertas como fieles centinelas armados de espada”, añadiendo Don Pedro, en beneficio de mi tranquilidad, que el negocio y ocupación de templarios y judíos eran coincidentes, todos ellos conocidos y compartidos por el Vicario de Cristo y por los reyes cristianos, desvelando, con mucho misterio, que mi padre estaba en el asunto por razones de Estado a fin de acabar con el poder de la nobleza castellana, y a la larga terminar con los feudos y beneficios de la Iglesia, impedimentos de la consolidación de Castilla como reino y que de continuo perturbaban la actividad guerrera frente a los árabes instalados en el reino de Granada.

Como mi ánimo siguiera conmovido y perturbado requerí a Don Pedro para que continuara en sus disquisiciones, relatándome que de aquél contacto de templarios con los ismailitas, iniciado en el año mil noventa y seis de la era cristiana, y luego favorecido en el transcurso de un centenar de años, influenciados por sucesivos Dais, originó una Secta entre aquéllos denominada Templarios de Baphomet, icono representado unas veces con la cabeza de un macho cabrío y otras con la cabeza de San Juan, personaje éste venerado por los templarios. Esta secta asumió la filosofía de Zoroastro, introduciendo el maniqueísmo, pretendiendo como último objetivo una Europa teocrática, sometida a un Mesías o Imán imperial, que integraría el poder espiritual y material, con disciplina y dirección, urgiendo a la necesidad de acabar con la Iglesia católica.
La secta templaria de Baphomet, añadiría Don Pedro, constituyó unos rituales de carácter oscurantista y esotéricos, con ceremonias secretas, donde no se incorporaban signos cristianos, siendo sustituidos por espirales, cruces gamadas, doble llana y la paloma, obligando a los novicios o nuevos Dais a pisar crucifijos en la investidura, simbolizando con ese terrible gesto que la Iglesia era mortal y de este mundo, dirigiendo su veneración a Baphomet, expresión de la dualidad, representada en escudos y estandartes con dos caballeros a la jineta, y cualquier otro símbolo que se expresara en dualidad.

Concluida esta exposición y largo discurso Don Pedro me explicaría que esta secta templaria se extendió por Europa, y singularmente en Francia, donde poseían enormes riquezas, tesoros, encomiendas, castillos, y la banca, librando cheques, siendo deudores de la Orden la nobleza, incluso el mismo Rey, Felipe IV, que impuso, por razones de Estado, impuestos al Temple, desautorizándole el Papa Bonifacio VIII con excomunión, por lo que el Pontífice sería secuestrado, vejado y golpeado, declinando aquella excomunión, imponiendo el rey un Papa francés, Clemente V y ubicar la sede del cristianismo en Avignon, fuera de Roma. Al final, Felipe IV ordenaría la detención de templarios franceses incautando sus riquezas, banca y encomiendas, bajo acusación de herejes, blasfemos, ejecución de ritos obscenos, sodomía, idolatría y enseñar que Cristo fue falso profeta, hechos que fueron comprobados, interviniendo torturas, realizadas por tribunales mixtos de iglesia y Estado, y ésta secta, agregaría Don Pedro, con regusto, y para mi tranquilidad, sería condenada y abolida recientemente en el Concilio de Viena, año l314, y no la filosofía templaria, fiel a su inicial espíritu de vencer al infiel con la Cruzada, otorgada a Castilla y Aragón desde los tiempos de Alfonso VI, y en Castilla el Temple, el verdadero y auténtico, dicho esto con emoción por el bueno de Don Pedro, dependiente de su rey, que Dios guarde, pasando a la Corona todos sus beneficios y feudos, y también sus caballeros y sargentos, y no de Roma, como ocurría en otros Reinos europeos.

































Se cuenta la manera de cómo dos Reyes cristianos de Francia y Castilla, Felipe IV y Fernando IV, fueron emplazados por caballeros templarios al tribunal de Dios, muriendo aquéllos monarcas en las fechas que fueron advertidos, tomando el Rey Alfonso XI mucha cuenta de aquellos emplazamientos y más después de sufrir y padecer la muerte extraña de su hijo bastardo Pedro y la imbecilidad manifiesta de Sancho, ambos tenidos con la favorita Leonor de Guzmán.




CAPITULO V



Mi abuelo Fernando IV cometió el grave error de hacer caso a una misiva, enviada por Felipe IV de Francia, donde se enumeraban iniquidades del Temple, aconsejando detener a caballeros, sargentos y clérigos, y confiscar sus bienes, carta que reiteró con idénticos requerimientos al rey de Aragón, Jaime II.

Aquel Capeto y también Borbón, huidos los últimos templarios de San Juan de Acre, perdido este bastión ante los turcos, después de posarse el Capítulo en Chipre y residir por último en París en el edificio del Temple, ordenaría que éstos templarios fueran torturados, entre ellos su Maestre, Jacobo de Molay, acompañado de Comendadores, Senescales, Oficiales de Obras, en número de treinta y cinco, quemándolos luego en una pira, en la isla de los judíos, en el Sena de París, frente a Notre Dame.

Del mismo modo Fernando IV, empujado por el General de los Dominicos, y apoyado por los arzobispos de Toledo y Santiago, mandaría prender al Maestre del Temple en Castilla, Rodrigo Ibáñez, desempeño que cumpliría con satisfacción un favorito del monarca, Privado del mismo, Juan Alfonso Benavides, luego muerto y vengado por dos templarios, los hermanos Carvajal, de ilustre linaje, entroncados con el Cid Campeador, y partidarios de las pretensiones de los Cerdas, siendo detenidos éstos por oficiales de rey y arrojados dentro de jaulas desde las cimas de las peñas de Martos, Jaén, no sin antes escuchar mi abuelo voces y gritos que le hacían los hermanos en su rodar por las vertientes de la sierra ante el tribunal de Dios, emplazándole a los treinta días de esa fecha, como así ocurrió, hecho que sucedió y repitió de la misma forma al Maestre Jacobo Molay, emplazando desde las llamas a Felipe IV a los cuarenta días, muriendo también este monarca francés por emplazamiento templario.

Mi padre y rey, Alfonso XI, se cuidó mucho por estas y otras cosas de acosar y perseguir a templarios, oponiéndose abiertamente al Pontífice de Roma y a todas las legaciones que en su nombre llegaban de la Santa Sede, instando a la entrega de bienes y encomiendas del Temple a la Orden de los Hospitalarios de San Juan, constituyéndose el monarca castellano en el paladín de la Orden, y por más ordenar la transferencia de bienes, castillos, fortalezas, palacios, encomiendas, baylias, y señoríos templarios a la Orden de Calatrava, la Orden militar más antigua de los reinos cristianos españoles, fundada en 1158, y aprobada por el Papa Alejandro III en 1164, que adoptó la regla del Cister, teniendo su Maestre el derecho de visita a las Ordenes militares mas poderosas de Castilla y Aragón, como era el caso de Alcántara y de Montesa . Mi padre, además, establecería en la Orden de Calatrava una milicia de Cristo, marcando en sus ropajes una cruz de Calatrava colorada, siendo en su origen negra, con cuatro brazos iguales, rematados en los extremos con flores de lis, siendo sus hermanos llamados freyles, unos, consagrados a la guerra para defender a la Cristiandad y al rey, y otros, clérigos, dedicados al culto, oración, ayuno, abstinencia y obras de religión.

El rey Alfonso mitigaría entre los freyles milites o caballeros los votos de castidad, pobreza y obediencia, así como el sometimiento a los Ordinarios y al Pontífice de Roma. A la cabeza de la Orden situó a Don Pedro Rodríguez Navarrete en calidad de Maestre, sintiéndome yo muy contento por este nombramiento, por ser este viejo templario quien compartió secretos conmigo y silencios discretos, elegido en capítulo general, manipulado por el Canciller de Castilla, dependiendo de Don Pedro un Comendador Mayor y un Prior, con derecho a mitra, báculo e insignia obispal, asistido por un Sacristán Mayor, encargado de guardar las reliquias del Temple y Calatrava, así como sus ornamentos.

Una de las primeras decisiones de Don Pedro, sugerida por mi padre, fue centrarse en la Encomienda de San Polo, Soria, construida por uno de los templarios fundadores en Jerusalén, Hugo de Rigaud, donde se custodiaba la primitiva regla y reliquias templarias castellanas, ordenando aquel Maestre su desplazamiento a la fortaleza y castillo de Montalbán e Iglesia de Melque, unidos esos centros templarios por subterráneos y laberintos excavados con sellos codificados por la Orden, sólo conocidos por capitulares a nivel de Maestres de Obras; siguiendo a aquella decisión el cuidado y celo por la Baylia de Castillejo de Robledo, instalada en el valle del Duero soriano, donde se instruían militarmente a los caballeros de Calatrava , seleccionados previamente en otras Encomiendas, todos ellos con linaje, pasando varios meses en calidad de aspirantes, recibiendo enseñanzas sobre el arte militar, equitación y reglas de la Orden, fundamentadas en el Temple, hasta que se fijara por el Bayle el día de recepción como caballeros, acto que era siempre individualizado, con solemnidad y presencia del Maestre, con ceremonia previa en la noche, siendo conducido el aspirante a caballero, después del toque de prima, por dos caballeros padrinos al velatorio, a una pequeña habitación anexa a la cabeza de la capilla, donde permanecería el día en oración y meditación, y tras el toque y rezo de completas, acompañado a la Asamblea, que lo legitimaría y proclamaría, siempre que sus padres fueran caballeros, no tuviera condición de hijo ilegitimo, no sufriera enfermedad contagiosa, y no hubiera sido expulsado del sacerdocio o de una Orden, acabando la ceremonia con el abrazo y beso en la boca de los demás hermanos, mientras los sargentos permanecían clausurados en sus celdas, anunciando el campanario de la Baylia el nacimiento al mundo de un nuevo templario, vestido de Calatrava .

Aparte de la Orden de Calatrava, el rey Alfonso XI ,en su afán por defender y acrecentar los valores y virtudes de la Caballería encontró un lugar esotérico y mágico equidistante entre el punto de Creus y Finisterre, situado en las lindes de Burgos y Soria ,a la falda de la sierra de la Demanda , y ubicado en el fondo de un cañón que acuchilla el rio Lobos ,acompañado éste de otro rio que llaman Ucero, cerca de una senda que dicen de la Galiana por ser este un camino por donde peregrinan gentes procedentes de la Galia en dirección hacia el sepulcro del apóstol Santiago. A ese rincón llaman los lugareños ,en su mayoría ermitaños que viven bajo cuevas del desfiladero , Ucero, y en ese asentamiento mi padre resolvió instituir y sellar la formación iniciática de los elegidos para crear las primeras filas de la Orden de la Banda, fundada por él , siguiendo en todo el espiritu templario ,las reglas de la orden benedictina y las enseñanzas de San Bernardo ,pero dependiente esta Orden de Caballería de la Corona de Castilla sin que el Pontífice de Roma pudiera interceder en sus resoluciones o en sus bienes .

Ucero era un asentamiento abandonado debido a la peste negra que causó gran mortandad y más por las migraciones habidas en estos lugares para repoblar los valles del Tajo y Gualdelkebir , hasta que mi padre lo descubriera como el lugar idóneo para cumplir los fines que pretendía y donde inculcar la marca y señal de esta Orden , por contar esta aldea con un castillar en excelente estado , templario en su arquitectura y maneras , que en sus tiempos de esplendor tuvo por Señor a uno de los más distinguidos de esa Orden, Juan Gonzalez de Ucero, combatiente en las Cruzadas, que levantó aquella fortaleza con triple amurallamiento , de dos metros de anchura ,a la que se accedía a través de rampas que acaban en puente levadizo ,con torre homenaje, aljibe y pasadizo subterráneo por donde descender hasta una aguada de manantiales de ríos que por allí nacen y atraviesan bajo los montes de las estribaciones de las sierras de la Demanda y Urbión ,construido el castillo con lajas de sillarejo y calicanto, suficiente este lugar para forjar caballeros con carácter ,y adiestrar a los iniciados en el uso de las armas.

Muy cerca del castillo de Ucero ,los iniciados de la Banda contaban con una ermita para cumplir con sus ceremonias religiosas ,alzada bajo la advocación de San Bartolomé, patrón de esta Orden ,por estar emparentado este santo, apóstol de Cristo ,con mitos serpentarios ,y que predicó en Armenia y la India ,donde recibió la muerte después de ser sacrificado con el arrancamiento de su piel y luego decapitado ,mostrando su imagen en una tabla pintada sobre el altar de su ermita donde se le representa con su piel que envuelve a uno de sus brazos.
La ermita de San Tomé, que es como proclaman los que ya han sido iniciados en la Banda ,está ubicada en la parte más profunda del cañón del río Lobos ,revestida ella de símbolos mágicos y esotéricos , entre los que destacan el óculo pentacular invertido que simboliza la parte maléfica del conocimiento y los canelillos de los aleros que reflejan los iconos del Temple ,entre otros ,el lobo, expresión de los maestros canteros medievales , el tridente de Neptuno, Géminis , y patas de paloma ,y reiterar el trío en las figuras talladas sobre los capiteles ,expresión de los modos de ser en el mundo, destacando un triángulo invertido que coincide con la figura del Grial.

GUIA AZUL DE CERTIFICACIÓN DE SEGURIDAD EN LAS ESCUELAS, COLEGIOS E INSTITUTOS

GUIA AZUL DE CERTIFICACIÓN DE SEGURIDAD EN LAS ESCUELAS, COLEGIOS E INSTITUTOS














DOCUMENTO J1A6L
Autor J. de Antón
Psicólogo ; Maestro Nacional excedente ;Compareciente en el Senado en calidad de experto en violencia juvenil; ex presidente Comisión Operativa Antiviolencia deportiva; autor, y responsable del programa POLICIA-ESCUELA.
Registrada como obra científica Nº-005895/2005














La presente GUIA AZUL de Certificación de Seguridad en las escuelas, colegios, e institutos, es un método, junto con otros, de análisis de riesgos y de investigación de la violencia en el mundo escolar.

La GUIA AZUL J1A6L pretende evaluar equipamientos, recursos, infraestructuras, actitudes y comportamientos que están o no presentes en la escuela, así como la estimación y ponderación de puntos negros, a efectos de orientar a las comunidades escolares en la toma de decisiones y adopción de medidas pertinentes que eviten o prevengan situaciones conflictivas, de riesgo, o aversivas.

En este orden pedimos y rogamos la máxima fiabilidad en las respuestas a las cuestiones que planteamos, al objeto de que esta GUIA AZUL alcance la validez científica suficiente que sirva de criterio para recomendar soluciones, al mismo tiempo que oriente al conocimiento de los niveles de violencia que asumen los centros escolares en el momento de la realización de esta encuesta.

Quedamos muy agradecidos por su colaboración.






1.- Denominación del Centro Escolar________________________________________
Población________________________________________________________
Calle____________________________________________________________
Código Postal_____________________________________________________
1.1.- ¿Público? 1.2.- ¿Concertado? 1.3.- ¿Privado?
1.4.- ¿Formación Profesional? 1.5.- Número de alumnos/as _____
1.6.- Número de alumnos/as entre 9 y 15 años ______

2.- ¿Este colegio/instituto pretende entre sus objetivos el cuidado y mantenimiento de Conductas respetuosas entre sus alumnos?

NO SI

3.- ¿El objetivo fundamental de este colegio/instituto es brindar un ambiente sereno y tranquilo, donde los alumnos desarrollen el máximo potencial académico, emocional y social?

NO SI

4.- ¿Existe en este colegio/instituto un servicio de orientación escolar atendido por psicólogos y/o pedagogos?

NO SI

5.- ¿El colegio/instituto está vigilado continuamente por conserjes, bedeles, ordenanzas?

NO SI

6.- ¿El absentismo escolar y las fugas escolares en este colegio/instituto son?

Muy Notables Notables Aceptables Escasas Muy Escasas

7.- ¿La seguridad del alumnado es prioridad fundamental en este colegio/instituto?

NO SI

8.- ¿La filosofía de este colegio/instituto promueve en el profesorado la capacitación para negociar y mediar en los conflictos escolares?

NO SI

9.- ¿Existe una elevada densidad de bares y tabernas alrededor de este colegio/instituto, donde adolescentes consumen altas tasas de alcohol?

SI NO

10.- ¿El colegio/instituto tiene contratado algún servicio de vigilancia privada?

NO SI

11.- ¿Se trapichea con drogas y se trafica con estupefacientes en los espacios de alrededor y/o perimetrales de este colegio/instituto?

SI NO

12.- ¿Existe algún tipo de control en los accesos de este colegio/instituto?

NO SI

13.- ¿La limpieza y la seguridad de los pasillos de este colegio/instituto son?

Muy Desfavorables Desfavorables Tolerables Notables Excepcionales

14.- ¿Los patios de recreos de este colegio/institutos son seguros?

NO SI

15.- ¿Los aseos/urinarios de este colegio/instituto son lugares de riesgo?

SI NO

16.- ¿Se tiene conocimiento de prácticas de matonismo o acoso entre alumnos de este colegio/instituto?

SI NO

A Puntúa en una escala 1-9 (donde 1 es la ponderación más baja y de peor consideración) y ordena por puestos las siguientes medidas que proponemos para neutralizar/erradicar la violencia y la inseguridad en este colegio/instituto, si estas conductas se manifestaran como relevantes.

Puesto Actuaciones/Medidas Puntuación

__ A.1 Participación de alumnos en círculos de ________
calidad para solucionar conflictos.

__ A.2 Juegos escénicos de agresores/victimas ________

__ A.3 Reglamentar las conductas tramposas ________

__ A.4 Compromiso del equipo directivo para atajar ________
la indisciplina

__ A.5 Crear un voluntariado de padres que colaboren ________
a generar un buen clima en la escuela

__ A.6 Promover debates entre agresores y víctimas ________
supervisado por el equipo directivo escolar.

__ A.7 Proporcionar teléfonos de contacto a las ________
víctimas escolares

__ A.8 Proveer de tarjetas de identificación a todos ________
los miembros de la comunidad escolar que
autorice accesos, circulación y presencia
en aulas o instalaciones.

__ A.9 Juegos de simulación de conductas tramposas ________
entre alumnos.

__ A.10 Crear programas asertivos para víctimas ________
escolares

__ A.11 Promoción de alumnos consejeros/ ________
neutrales/negociadores en conflictos escolares.

A.A. ¿Crees que si se instrumentaran las cinco medidas que tú has señalado anteriormente, por puesto y peso, se neutralizarían o eliminarían la inseguridad y la violencia en este colegio/instituto, si estas conductas se manifestaran y fueran relevantes?

SI NO
C.P. Entre las conductas tramposas e infracciones que citamos, señala el peso de cada una de ellas, en el caso improbable de que estas se manifestaran en este colegio/instituto, y acorde con la escala que sigue: Muy Alta, A; Alta, B; Tolerable, C; Baja, D; Muy Baja, E.

C.P.1 Payasadas de carácter grave…………………………………………. A B C D
C.P.2 Uso excesivo del móvil con afán de distraer atención aula………….. A B C D
C.P.3 Masticar chicle en el transcurso de la clase………………………….... A B C D
C.P.4 Vestir incorrectamente y de manera provocativa……...…………….. A B C D
C.P.5 Tirar basura en pasillos, aulas, comedores…………………….…….. A B C D
C.P.6 Reñir con iguales…………………………………………………….. A B C D
C.P.7 Falsificar, estafar…………………………………………………….. A B C D
C.P.8 Despliegue afectuoso acompañado de actos oscenos ……………….. A B C D
C.P.9 Enfrentarse alumnos a adultos y profesores……………………...….. A B C D
C.P.10 Hurtar, robar………………………………………………………... A B C D
C.P.11 Intimidar, exotorsionar……………………………………….…….. A B C D
C.P.12 Graffiti…………………………………………………………….. A B C D
C.P.13 Actuaciones raciales……………………………………………….. A B C D
C.P.14 Posesión de armas blancas……………………………………….... A B C D
C.P.15 Ataques sexuales…………………………………………………... A B C D

17.- ¿Existe una centralita de seguridad? NO SI ; 17.1 ¿Y circuito cerrado de televisión con monitores que controlen zonas comunes (pasillos, instalaciones, accesos, comedor, recreos, patios, etc.)? NO SI ; 17.2 ¿Y un equipo de megafonía capaz para emitir mensajes a zonas comunes? NO SI

18.- ¿Las instalaciones deportivas del colegio/instituto son seguras, sin riesgo y además son espacios donde no se observan conductas tramposas? NO SI ; 18.1 ¿Y el comedor? NO SI ; 18.2 ¿Y las zonas de aparcamiento de vehículos? NO SI

19.- ¿El profesorado, ante conductas de matonismo o acoso entre alumnos, se sitúa en actitudes evidentes de rechazo y reprobación? NO SI ; 19.1 ¿Y en el caso de reprobación, el profesorado media e interviene entre matones y víctimas? NO SI

20.- Si certificaras la seguridad de este colegio/instituto, aquí y ahora, a nivel estructural (cerramientos, vallas, equipamientos, planes de emergencias, prestaciones de seguridad, etc.), ¿Cuál sería tu calificación?

Muy Desfavorable Desfavorable Aceptable Favorable Excepcional

21.- Señala los puntos negros[1] de este colegio/instituto en el caso de que existan
1 ________________ 2 ________________ 3 ________________

4 ________________ 5 ________________ 6 ________________

7 ________________ 8 ________________ 9 ________________

22.- ¿El colegio/instituto está conectado en prevención/evitación de situación crítica con una empresa de seguridad?
NO SI

23.- ¿Tiene el colegio/instituto un plan o procedimiento de protección y emergencia? NO SI; 23.1 Y en el caso de que existan, ¿están actualizados aquellos procedimientos para solventar nuevas situaciones críticas? NO SI

24.- En los accesos al colegio/instituto ¿se realizan algún tipo de registros? NO SI ; 24.1.- ¿Se impide la entrada al recinto escolar a adolescentes, etiquetados de violentos, o integrantes de tribus urbanas, que no son alumnos del colegio/instituto? NO SI

25.- Si los comportamientos tramposos y violentos se empezaran a manifestar en este colegio/instituto, ¿Qué medidas académicas propondrías para solucionar el problema?

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25.2.- ¿y cuales de carácter extraacadémico?
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26.- ¿Se han detectado en las inmediaciones del colegio/instituto individuos que se integren en bandas, tribus urbanas y que con frecuencia intimidan o amenazan a las actividades docentes?

SI NO

27.- Los restos de basura, suciedades y escombros, ¿son frecuentes en las inmediaciones de este colegio/instituto?
SI NO

S. Puntúa en una escala 1-9 y ordena por puestos las siguientes medidas que proponemos para neutralizar/erradicar la violencia y la inseguridad, si estas conductas se manifestaran en este colegio/instituto

Puesto Actuaciones/Medidas Puntuación

__ S.1 Instalar vallas y cerramientos altos y ___________
contundentes
__ S.2 Emplazar cámaras en los accesos del colegio/instituto ___________

__ S.3 Situar a comisionados de empresas de seguridad que ___________
controlen los accesos al colegio/instituto.

__ S.4 Situar cámaras monitorizadas en recreos y pasillos ___________

__ S.5 Colocar cámaras monitorizadas en instalaciones ___________
deportivas, comedor y lugares de aseo.

__ S.6 Aprendizaje por parte del equipo directivo escolar, ___________
profesorado y alumnos de procedimientos y actuaciones
preventivas en evitación de secuestros escolares

__ S.7 Aprendizaje por parte del equipo directivo escolar, ___________
profesorado y alumnos de procedimientos y actuaciones
preventivas de evitación de matonismo escolar.

__ S.8 Aprendizaje por parte del equipo directivo escolar, ___________
profesorado y alumnos de procedimientos y actuaciones
preventivas en evitación de riñas tumultuarias.

__ S.9 Aprendizaje por parte del equipo directivo escolar, ___________
profesorado y alumnos de procedimientos y actuaciones
preventivas en evitación de amenazas de explosivos y
cualquier práctica de homicidios.

__ S.10 Registrar a través de comisionados de una empresa de ___________
seguridad los accesos del colegio/instituto a fin de que
no se introduzcan armas, instrumentos punzantes,
pornografía, textos racistas o cualquier manifiesto y
parcantería que inciten a la violencia.

__ S.11 Impedir a través de comisionados de empresas de ___________
seguridad el acceso de individuos violentos, integrantes
de bandas y tribus urbanas no identificados como alumnos
del colegio/instituto.

S.S. ¿Crees que si se instrumentaran las cinco medidas que tú has señalado, por puesto y ponderación, se reducirían o desaparecerían la inseguridad o la violencia, si estas conductas se manifestaran y fueran relevantes? SI NO
[1] Lugares que generan alarma o sititos donde frecuentemente se observan o conocen comportamientos tramposos.